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jueves, 16 de junio de 2011

Ser miembro de una Mesa Electoral es un castigo sin igual

Lejos quedan ya las última Elecciones Municipales celebradas. Ese día algunos se tomaron la molestia de ir a votar, y habrán visto validado su voto con una mayoría o no. Para los que no quedará cierta decepción, pero ésa será una sensación que esté atenuándose poco a poco.
En cambio, para otros ese día será algo que quisieran olvidar, pero no pueden. Puede que muchos de los que formaron parte de una Mesa Electoral vivieran la experiencia con ilusión y hasta se fueran a casa con cierta satisfacción. Sin embargo, muchas personas estaban allí contra su voluntad. Nunca sabe uno del todo lo que es la tan nombrada democracia hasta que cae sobre su cabeza con un nombramiento.
Es curioso observar las reacciones de algunas personas cuando comentas la noticia: "me han nombrado miembro de una Mesa Electoral". Algunos te contestan: "Qué suerte". Incluso algunos de éstos que creen que es una suerte, nunca han votado en su vida, y no porque no tengan la edad, sino porque para ellos es más práctico que decidan otros y desentenderse de esos temas políticos tan molestos, mas no dudan en estar quejándose todo el rato de lo caro que está todo, de los recortes que les pretenden hacer en su sueldo, etc.
Cuando alguien mete un sobre en una urna y se da la vuelta no es consciente de los peligros de estar incluido en un censo electoral, y de lo que deja atrás. Cuando formas parte de la maquinaria electoral descubres que tras todas esas cifras y porcentajes que empiezan a salir en los medios de comunicación hay cientos de miles de personas que llevan desde las ocho de la mañana encerrados en un local electoral, tras una mesa, haciendo un trabajo prácticamente forzado, a cambio de una dieta de 62'algo euros, mal comidos, llenos de nervios y presionados por la responsabilidad de la labor encomendada. Cuando se cierra el colegio electoral un miembro de una mesa electoral lleva allí metido doce horas, menos el tiempo de la comida. Y empieza la labor más dura, la labor manual, la de abrir, sobres, clasificar y contar papeletas, rellenar actas, todo ello bajo la mirada suspicaz de bastantes apoderados e interventores de partidos políticos. Si tienes suerte a lo mejor a las diez de la noche has acabado, pero si las cuentas no cuadran, no hay una organización inteligente, o una persona empieza a meter prisa para acabar cuanto antes porque tiene que informar de los resultados, puede alargarse mucho la cosa.
Estamos en la era digital, pero resulta que nuestro sistema de votación y recuento no ha cambiado en muchos siglos, vamos a dejarlo en años, dependemos de la cuenta de la vieja para decidir sobre quien calculará nuestras pensiones, la gratuidad de la enseñanza, los precios del pepino, etc.
Lo más curioso es que la elección de un político democrático dependa de que un ciudadano ejerza de forma poco voluntaria un trabajo que excede en mucho la jornada laboral mínima, me pregunto si Comisiones Obreras, UGT o cualquier sindicato que defienda los derechos de los trabajadores es consciente de las condiciones en las que se tiene que desenvolver un miembro de una mesa electoral.
Sería muy loable que inventaran otro sistema, o que al menos un miembro de una mesa electoral no tuviera que hacer el doble de una jornada electoral o jornada y media. ¿No sería mucho más efectivo dejar el recuento en manos de personas que no han estado durante doce horas controlando las urnas y revisando los censos y los DNI? Es una idea. Pero nadie hará piña para este objetivo, porque excepto casos raros nadie repite en una Mesa Electoral.
En fin, dentro de menos de un año hay Elecciones Generales, paciencia y buenos alimentos, y no es una frase hecha.
Recordar que los mayores de 65 años y los analfabetos se libran de ser miembros, aparte de un sin número desconocido de causas a alegar ante la Junta Electoral que te nombró. A lo mejor, cara al censo, es recomendable ser analfabeto.