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miércoles, 9 de septiembre de 2015

Recomendación literaria o no: Las Vírgenes Suicidas, de Jeffrey Eugenides


Hace tiempo conocí esta historia por la película y su directora, pero la evité ver a toda costa. No sólo la película sino todo lo relacionado con el suicidio. Por supuesto estas maniobras de evitación no son caprichosas ni obedecen a una manía súbita e inevitable. Con exactitud no puedo recordar mi descubrimiento de este concepto: el suicidio, pero lo más antiguo que alcanzo a recordar es ver en la TV a un joven Jorge Sanz cometerlo con unos extensores en un capítulo de “Segunda Enseñanza”, serie no tan recordada como “Anillos de Oro”, ambas de la irrepetible Ana Diosdado (“Los 80 son nuestros”). Aparte de este apunte audiovisual estaban las historias de gente que se tiraba por el puente del río y que yo oía contar a mi abuela, si tu pueblo tiene río profundo seguro que también habrás oído contar estas historias.

Con el andar de los años, en mi entorno más o menos cercano se han dado casos, pero por “suerte” para mí eran personas que conocía de vista y con las que no había compartido juegos, clases, etc. Además el suicidio tuvo lugar en una época en la que ya ni vivía en la zona. Esto no quiere decir que el tema me sea tan ajeno hasta el punto de decir de un modo que se puede antojar cruel “por suerte para mí”. Pero es una suerte que en tu círculo no suceda esto porque es algo que como en el libro cuya lectura acabo de finalizar “Las Vírgenes Suicidas” se lleva a cuestas toda la vida. He convivido con personas que manejaban, no sé hasta que punto en juego, la idea del suicidio, algunas de ellas puedo decir con absoluta seguridad que jugaban con esto como modo de chantajear emocionalmente, de torcer la voluntad de los demás, quizá por convivir con este juego sucio en un cierto periodo de mi vida he creado una especie de tabú en torno a este tema y por ello eludo todo aquello que lo contenga, desde libros hasta escritores que acabaron por su propia mano con su vida.

No me las voy a dar de experta y menos aún voy a frivolizar con el tema, pero antes de recomendar esta maravillosamente escrita novela desearía hacer ciertas advertencias en medio de las reflexiones que me ha causado la obra con la que he roto un tabú por tantos años mantenido por mí.

Pese a lo áspero del tema la historia me ha parecido profundamente bella, es un relato en primera persona y primera persona del plural, hay un nosotros, son las vivencias de varios relatados por uno sólo (esto se mantiene en la peli). Desde su perspectiva está escrita, no vais a encontrar interioridades psicológicas de las protagonistas que dan título, las vivencias de ellas están narradas a ojos de observador, observador enamorado y fascinado, por esto mismo tampoco vamos a encontrar expresiones sociales, psicológicas o policiales. Y quizá por ello me ha sido tan fácil leerlo pese a mi antipatía hacia el tema. Pero también he podido leerlo porque estoy en una etapa de mi vida en la que hay pocas cosas que me sensibilizan como en la adolescencia, si eres muy sensible o has tenido contacto por algún motivo con este tema te lo desaconsejo, sería un modo gratuito de torturarse, de provocar revivencias, y no merece la pena porque el novelista no da respuestas, expone la situación y es fácil llegar a ciertas conclusiones por ti mismo.

Mirándolo fríamente se podría decir que el narrador y sus colegas enamorados de las señoritas Lisbon son lo que hoy abunda tanto en las redes sociales: stalkers o lo que en castellano vulgar llamamos acechador o merodeador, no llega a ser acoso lo de estos nenes. Pero el amor es que tiene eso, un querer continuamente ver al objeto amado.

Ignoro si esta historia está basada en hechos reales, pero hay un detalle que es muy real y éste no es otro que el modo que un grupo social tiene de afrontar un suicidio, en lugar de culpar exclusivamente al ejecutor se genera un mar de especulaciones en las que van aflorando detalles sueltos que fulano o mengano recuerdan y relacionan con el fatal desenlace, relaciones que casi siempre van a parar en acusaciones más o menos veladas, más o menos justas hacia los padres o familiares en general, lo cual, en suicidios en los que no hay una nota explicatoria, una causa conocida (acoso escolar) hace que la carga de dolor se multiplique, que el sobrellevar el duelo sea infinitamente más complicado, por lo que no es extraño que al suicidio de un familiar siga el de otro.

Haya las razones que haya: biológicas, psicológicas, psiquiátricas o sociológicas, casi siempre hay un común denominador en estas cuestiones:

LA FALTA DE ESPERANZA

Ya que estoy en el lío digo que en todos aquellos que con una finalidad subterránea o sin ella me han confesado sus ideas de suicidio veo una falta de gobierno mental inmenso, una autodisciplina inexistente en este aspecto, un total falta de aprendizaje de experiencia ajena (adquirible fácilmente por la lectura), lo que lleva todo ello a comportarse como seres avasallables ante cualquier circunstancia complicada de su vida, a no aprehender una idea tan simple como la siguiente:

“Si antes de tu problema no tenías ganas de abandonar la vida, piensa cuando tu problema (como muchos otros que has tenido y te parecían insuperables) deje de serlo”.

El tiempo da y quita razones, como dice no sé quien, pensad en todos aquellos problemas de infancia que tanto os dolían y ahora os causan risa, así sucede con cualquier situación de la vida, algunas no dan risa, pero dejan de doler.

Por supuesto en esto último no incluyo a la gente que padece depresión severa, enfermedad, repito, ENFERMEDAD, no cuento, no capricho, que muchas personas padecen por un desequilibrio químico cerebral, bien por predisposición genética, bien por vivir en ciertas condiciones que lo generan.

Una verdad CRUEL para todos los que usan el suicidio para sus fines como modo de torcer la voluntad ajena, o tengan la idea de hacerlo como culmen de toda su tortura psicológica complaciéndose a modo de ilusión de poder en el sufrimiento que ocasionaran con su propia muerte:

DE ALLÍ NO SE VUELVE

ALLÍ NO VERÁS LOS EFECTOS DE TU DAÑO

Para restañar el daño está el tiempo que los difumina eficientemente.

SÓLO SERÁS UNA LÁPIDA LLENA DE POLVO que todo lo más conservará unas flores de plástico descoloridas por el sol.

Mientras tus víctimas, si eres un sádico, o tus victimarios si el sufrimiento extremo y la visión de túnel que produce te llevan al suicidio como modo de dejar de sufrir, ellos, TUS VICTIMARIOS seguirán viviendo, comiendo, bebiendo, disfrutando todo lo que tú renunciarás a disfrutar. ¿Es para pensárselo no?

Sé bien lo que es la visión de túnel, ese efecto que producen el sufrimiento a causa de un problema que impide que veas la vida en global, u otras partes de la vida, SÓLO VES EL PROBLEMA QUE TIENES, pero si eres una persona que gusta de razonar tienes que hacer un esfuerzo, no para terminar con todo, sino para tener paciencia y dejar pasar el tiempo, hay cosas que sólo se solucionan así, o si no tienen solución van situándose en su auténtico plano y no en el principal que satura tu mente. Por idiota y cursi que parezca hay cosas que uno no se puede perder por más problemas que tengamos, aquí una lista:

El amanecer

El atardecer

La primera nevada del invierno

La primera flor de primavera

El olor a mojado de las tormentas de verano

Los rayos y su resplandor en mitad de la noche

Las estrellas en un cielo despejado

El primer café de la mañana, con su cigarrito ¿por qué no?

Tu comida favorita

El chocolate

Las voces risueñas de los niños jugando en un parque

La belleza de un cachorro de perro que va descubriendo el mundo

El olor a ropa limpia

Arroparte con la manta al primer frío

Encontrarte una moneda en el suelo

Y ya no hablemos de las grandes cosas, esas cosas, que por lo complicado de su consecución a veces llevan a confidencias de suicidio.

Vivir es amarse sin grandes expectativas, es disfrutar de lo bueno en cada momento por pequeño que sea. La vida es tener problemas, y encontrar un respiro entre ellos, pero saberse fuerte ante la adversidad es también un gran objetivo de vida. Aspirar a tener una vida perfecta sin traumas, sin baches, es una aspiración fantástica, de ciencia ficción, sin base real ninguna. Pretender con 30 años tener la vida que soñabas con 15 es bastante infantil.

El sufrimiento nos vuelve egoístas, pensar constantemente en nuestro problema o problemas es totalmente egoísta, y a veces muchas cosas se resolverían si nos diéramos a los demás, si frecuentáramos más la calle, o si nos ocupáramos con más dedicación a nuestros seres cercanos en lugar de estar dedicando tiempo y energía a imposibles que sólo nos generan frustración y tristeza.

Damos por hecho que la comida y el techo son cosas que vienen con el equipo según nacemos, y sólo cuando las perdemos echamos la vista atrás y nos arrepentimos de no haberlas valorado más. Sufrimos por la necesidad de cosas que años atrás ni contábamos con ellas ¿no es absurdo?

Las Lisbon fueron, excepto la pequeña, presas de la depresión producto del duelo, del aislamiento y tal vez la culpa que siente todo aquel que experimenta como un ser querido con el que convive comete suicidio. Para el doliente todo se vuelve indagar intentando buscar pistas que no despertaron su alarma. El autorreproche del doliente de un suicida es inmenso, por ello yo no doy correa a este tipo de personas ya mencionadas que juegan con esta baza para adquirir poder sobre tu voluntad. Y es que ignoro la razón, tal vez tenga imán, porque hay una serie de personas que aparte de esto también me eligen para confesarme su bulimia, anorexia, una especie de suicidio en vida. Pero esto para otra entrada.

Si lees la novela que sea porque quieras disfrutar de un magnífico ejercicio de literatura y no regodearte en hechos truculentos en los que, te cuento, no se incide en demasía.

Curiosamente esta novela me la prestó alguien que la tenía en su sección de eróticos, ignoro el motivo, porque el tema transversal de la novela es el amor callado, la fascinación por esos primeros amores que dejan tanta huella, y la represión de los años y el ambiente donde se desarrolla la novela. Hay ciertos episodios concupiscentes, pero nada comparable a “Emmanuel”, pongamos de término de comparación a este vecino de estante.

He visto la película, y me ha sorprendido ver que la visión de Sofia Coppola coincide con la idea que me hice yo misma en mi cabeza. Pero en la película la historia pierde, no obstante, no os desanimo a verla.