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sábado, 28 de agosto de 2010

Amistades perras I

Hay gente que aunque se haya ido de tu vida por la puerta falsa nunca se termina de ir de tu cabeza. De repente un día desde su última actuación te descubres pensando en esa persona.

Puede que haya gente condenada a entenderse, y tal vez sea el caso.

La amiga fantasma

Existen personas con las que por una relación dada se creen con derecho a nombrarte amigo, no le das importancia, menos aún de niño, pero de mayor descubres que esa palabra debería significar más de lo que quienes la pronuncian en vano quieren decir con ello.

Se te puede dar el caso de coincidir en un espacio con una compañera de colegio y te diga:

“Que bien que volvamos a ser amigas después de 20 años sin vernos”.

¿Puede convivir en la misma frase el concepto “amistad”? con el hecho de “20 años sin vernos”. Tan amigas no seríamos cuando en 20 años no ha habido ni un “¡Hola!”. Pero es aún peor cuando tu memoria, que según dicen es muy buena, te retrotrae a esos tiempos en los que habitaste con esa “amiga” y descubres que no, que nunca fue amiga tuya, que ni siquiera os sentasteis juntas pupitre con pupitre, que te sobran dedos de la mano para recordar los recreos en los que compartiste juegos con la susodicha “amiga”, y que si recuerdas su voz no es precisamente por que tuvierais una conversación.

Y es un caso que se le debe dar a demasiada gente dado el asombroso afán por la nostalgia, las reuniones de exalumnos y las redes sociales. La gente le teme a la verdad, pero la pura realidad es que asistir durante ocho cursos a la misma clase no convierte a dos personas en amigas, todo lo más en conocidas.

La amiga suplente

En cambio, por práctica si puedes ser amiga de una persona, aunque dentro de ti esa persona nunca te llegue sin una razón concreta que explique que no te sientes en sintonía con ella, y que hasta a veces hagas un esfuerzo por tolerarla. Son cosas extrañas, de las que puestos a culpar es uno el responsable, pero en la comunión de las almas –cursi, pero mejor que decir “corazón”- no se manda. Que alguien te nombre amigo no basta para que en una relación entre dos personas haya verdadera amistad. De facto sí se puede afirmar que en este segundo caso sí la había, pero por el otro lado era un más dejarse hacer por que no había una razón válida para herir a esa persona rechazándola, y a veces hasta se pasaba bien dejándo el recuerdo de una tarde de un domingo de invierno soleada esperando sentadas en un escalón cercano a una academia de corte y confección para ir a casa corriendo y ver “Candy, Candy”.

Y quizá esa falta de entendimiento por una parte haya sido el arraigado pensamiento de ser sólo la amiga suplente a falta de las amigas que realmente quería tener esa persona, pero para su desgracia raramente le hacían caso. Pero de esto sólo alguien se acuerda. Y es que la memoria es muy frágil.

El mundo de la rara amistad deja muchas anécdotas en el camino. Y en el caso de la amiga suplente viene a mano recordar a aquella señorita que tras cambios de centro sin cuajar en ninguno aterrizó en un segundo curso de nocturno. “Yo la verdad que me he apuntado para hacer relaciones sociales”, decía. Pero las relaciones que fomentaba eran más masculinas que femeninas a excepción de su amiga de toda la vida que la acompañaba en la aventura de ampliar su marco social. Cuando acababa aquel curso tuvo a bien acercarse a una de las empollonas de la clase y soltarle su gran disgusto con su amiga de toda la vida que se había reído de su novio en una reunión porque no pagaba la ronda, a raíz de ello decidió no hablarle más, pero se había quedado sin su paño de lágrimas y a falta de eso se colgó que de la empollona que no vivía muy lejos de su casa, en realidad tan cerca que la señorita se llegó a disculpar por no ofrecerle el coche ya que siempre iba hasta los topes con otros compañeros.

La empollona escuchaba paciente, sin nada mejor que hacer y la señorita del coche hasta los topes continuó conversando llegando a confesar sus problemas en los centros escolares y que se había llegado a tomar aspirinas. Aquello a la empollona sin experiencia le causó una mezcla entre sonrojo y preocupación. El verano pasó y el año siguiente al iniciar curso la empollona fue a sentarse con sus compañeras de siempre, pero una garra la asió con fuerza y la sentó en los pupitres que estaban frente a la mesa del profesor. La señorita del coche hasta los topes ya había sustituido a su canosa amiga de toda la vida por la empollona gordita que para no herir los sentimientos de una declarada suicida con aspirinas aguantó hasta que un golpe de suerte dividió a la pareja poniendo a cada una en una clase, aún así los ataques de celos por las nuevas amistades del último curso de la empollona fueron constantes hasta que llegó la cena de fin de curso. La empollona ante la disyuntiva de asistir a dos decidió no ir a ninguna. Aún así la empollona fue obsequiada con un pantalón arrojado de mala manera al pupitre en el que estudiaba en la clase, se ve que lo traía estudiado de casa para castigar a la empollona por no haber ido a su cena, ignorando que tal vez no había ido a la otra. La señorita del coche hasta los topes de tíos no cesó en su provocación “Te doy esto que me han regalado por comprar un pantalón para tu cumpleaños por si no nos vemos”. La empollona decidió tragarse el sapo no iba a permitir que una loca de atar le amargara cuando quedaban unos días para la Selectividad. No miró nada ni dijo nada.

La amiga de visita

Otro ejemplo de amistades perras son aquéllas que vienen debajo del brazo de los amigos de tus padres. Puede ocurrir que precisamente esa amiga a imponer por el bien llevarse te resulte poco atrayente por no decir repelente, no se te ocurre de que hablar ni a qué jugar porque la muchacha no te inspira. Sólo estás pensando en que sus padres pongan fin a la visita y se lleven su amistoso paquetito por donde vinieron porque lo pasas mal, no lo estás haciendo bien, no sabes como hacerlo mejor y delante de ti hay un ser que por designio de sabe dios qué norma social no escrita pretende que le entretengas cual bufón del rey. En las siguientes visitas te escondes de la niña y encerrada en una habitación dejas pasar el tiempo mientras te muerdes las uñas. Al cabo del tiempo ya ni te acuerdas, esa gente tan entusiasta ya no viene, quizá debido a que no les entretienes a los vástagos, pero tu actitud poco hospitalaria acaba recibiendo su merecido. Un principio de curso cuando menos te lo esperas te encuentras a la niña de ojos de pájaro, pelo lacio y corpachón en un pupitre y te maldices por haber nacido.

La niña de ojos de pájaro no es olvidadiza y cuando tiene oportunidad te cobra con creces.

Primer cobro:

Yendo por parejas en una excursión tu compañera te la juega porque se quiere ir con su amiga porque se aburre, tú la entiendes –quién mejor que tú- y consientes. Se descubre que no están en el recuento en una plaza de la turística ciudad. Pasa el tiempo, la buscas con la mirada dando tantas vueltas a la cabeza que pareces la niña del exorcista y ya comienzas a pensar en lo que te ocurrirá si no aparece nunca más, te imaginas en la cárcel con grilletes a lo Conde de Montecristo y sintiéndote enormemente culpable por no ser más dura. Estallas en llanto y la amiga de las visitas yergue su dedo índice y con la misma autoridad de un fiscal que en lugar de llevar las puñetas en las mangas las lleva en el dobladillo de la falda acusa conminando a un profesor a prestarle atención:

“Llora, llora. ¿Crees que lo vas a arreglar todo llorando?”

Sólo esa frase basta para que la ira aplaste el llanto y la preocupación. Al poco tiempo las desaparecidas hicieron entrada por uno de los accesos a la plaza.

Segundo cobro:

Por motivos que no se recuerdan al salir de clase un mediodía el tutor llamó a esta parte. Se hallaba en compañía de otras niñas de la clase, entre ellas estaba la niña ojos de pájaro cuyos padres visitaban a los míos. Tal reunión se debía a un impulso piadoso del docente que quería obligar a las niñas que lo acompañaban a que se hicieran amigas de esta parte porque según él no debía estar sola. Impertérrita, ya que en seis años nunca nadie había tenido esa deferencia con mi persona me lo quedé mirando. Pero al mirar a la niña ojos de pájaro debió notarse que la sugerencia del educador no me parecía irresistible y la niña ojos de pájaro con aire adulto y mucha suficiencia contó su nefasta experiencia conmigo y cómo cuando ella aparecía por la puerta yo desaparecía por la otra, dando así un ejemplo de porqué había que darme por perdida. Y es que querida amiga ojos de pájaro que te hacías los vestidos a mano, puntadita a puntadita, no te acordarás como todos aquellos habitantes del pasado con los que tienes algún fugaz encuentro que tienen una pésima memoria en especial aquellos a los que no les favorece, pero la amistad no se impone, o nace o se deshace, es como el amor. Todo lo demás es aguantarse. Y tal vez exista algún ejemplo de amistad que haya empezado siendo una amistad a la fuerza y haya acabado por ser una auténtica amistad, así como había y quizá haya aún matrimonios que hechos por conveniencia continúan por amor. Pero sería mucho esperar. La amistad es un sentimiento y si no surge espontáneamente mejor dejarlo estar. Por supuesto esto no vale con los amigos de Facebook, que concebido para comunicarte con tus amigos existentes sirve ya para conocer a gente nueva con la que la relación nunca puede llegar a los límites asfixiantes de los casos anteriormente descritos. En Facebook la amistad se aguanta lo que te dura la conexión o incluso menos.

Nota: Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.

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