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viernes, 12 de octubre de 2012

Sobre la película Los Abrazos Rotos



Ser un director consagrado no da patente de corso a todas sus películas para que éstas sean consideradas obras de arte por ensalmo.
Reconociendo que el guión, los Flash Back, son siempre un logro. Superponer dos historias que son una complemento de la otra es jugársela a que el espectador se impaciente y pase de la película. El do sostenido de conseguir intrigar al espectador es una labor ingente que ya ensayó en La Mala Educación, donde la filigrana era harto difícil, e igualmente se arriesgaba. Porque en un inicio las dos historias, aunque a priori el espectador ducho ya sabe que tienen que ver, tienen que interesar por separado. Y en Los abrazos rotos hay un punto en que ese interés puede decrecer, pero ahí está la labor de una buenísima actriz, para sugerir la intriga, sin palabras, sólo con gestos y tono de voz, con eso basta para encender la chispa de la conexión que se establece entre una historia y su espectador. Blanca Portillo lo borda, y lejos de ser una secundaria de categoría se convierte en la protagonista, lo que consigue en el último tramo de la película. Todo el tiempo sabes que Portillo oculta un secreto a causa de la historia de Arthur Miller en la que Mateo/Harry pretende basar uno de sus guiones. Una historia que a mi parecer debió ser sugerida y no contada, porque prácticamente está desvelando todo, pero Almodóvar corre el riesgo, para él ésa no es la historia importante. Aunque intenta resaltar la pérdida como artista y como amante de Mateo/Harry, Judit se impone, como la Señora Danvers acaba siendo más protagonista que la segunda señora de Winter e incluso la primera. Judit (Blanca Portillo) acaba acaparando la atención de toda la historia. Todas las miradas curiosas están en torno a ella –eso, si te sucede como espectador, aquí se habla de una percepción personal de la película-.
Los Abrazos Rotos, sin ser una obra cumbre de Almodóvar, es un entretenimiento para los muy fans a quienes no les habrán pasado desapercibidos los autohomenajes encerrados en el film. “Chicas y maletas”, la última obra dirigida por Mateo/Harry no es otra cosa que una recreación de “Mujeres al borde de nervios”, pieza a la cual remito a quienes quieran hacer un revisionado de “Los abrazos rotos” si no han apreciado esta semejanza. Primero ver “Mujeres...” y después “Los abrazos rotos”, es un disfrute para quienes encuentren las claves. Por supuesto no hay que hacer paralelismos con la realidad, o ¿quizá sí? Porque sí intentas recordar si Lena (Penélope Cruz) tiene algo que ver con Carmen Maura. Y si esa relación tan intensa con enfado incluido entre Pedro y Maura se refleja de algún modo en “Los abrazos rotos”.
Un punto de la película sumamente interesante, pero no suficientemente explotado en mi opinión, es la ceguera de Mateo/Harry: cómo alguien que vive de y ama lo visual puede readaptarse a un mundo sin imágenes. Cómo se sobrevive a perder el amor y tu herramienta de trabajo a un tiempo. Quizá la historia más antigua hubiera bastado por si sola para llenar la película, y que la historia más moderna donde se desgranan todo lo que quedó oculto fuera un epílogo.
Lo demás son ingredientes accesorios que enriquecen el argumento para que forme parte del universo almodovariano al que nos tiene acostumbrados, historias entre lo berlanguiano y lo folletinesco, pasando por escenas que tocan la cima estética: el hijo no reconocido lazarillo, la mujer abnegada y enamorada que lo da todo ignorada, el hijo del millonario émulo del personaje de Victoria Abril en “Kika”, los dedos de Mateo/Harry desplazándose por las hojas en Braille, y crear situaciones como la del niño que conoce la playa por primera vez, mientras su ignorante padre de su mano conoce por primera vez la playa sin verla. Pero nunca se nos debe pasar por alto lo más importante la denuncia social que supone toda la historia de Lena. Como la mujer es objeto de explotación de múltiples maneras, como su condición nunca elegida le hace ser acreedora de ciertos tratos en la sociedad imperante. ES MUY DURO SER MUJER EN LOS 80, como decía Jessica Lange a Dorothy Michaels en Tootsie, pero seguirá siendo duro en los 90, en los 2000 y siguientes. Mientras haya hombres dispuestos a ofrecer a cambio de sexo y mujeres acorraladas por las circunstancias a quienes no les quede más salida que ofrecerse para salir de una tragedia, la mujer seguirá siendo ese 2º SEXO, un ser supeditado a los hombres en todos los aspectos, porque si al menos todo quedara circunscrito a un intercambio de favores mutuo, nada tendríamos que objetar los demás si ese intercambio es libremente consentido, pero la absoluta creencia de muchos hombres en que una mujer es algo que coger y dejar, pero que ella no es libre para dejar o coger cuando quiera es algo en lo que debemos trabajar todos. Hombres y mujeres debemos ser conscientes de hasta donde un amor o enganche sexual justifica coartar la libertad del otro; o como sucede en el caso de Mateo/Harry, tomar de una amante aquello que desea sin preocuparle en qué lugar le deja, sin darle más amparo que el camerino o despacho donde clandestinamente tienen sus encuentros.
A lo mejor sin pretenderlo, la película dentro de la película, lo sucedido con ella –no quiero desvelarlo- es un grandísimo homenaje a los montadores, personajes no suficientemente valorados en el engranaje de la industria, gente con el talento de cortar y pegar justo en el momento y lugar adecuados, de ordenar historias imposibles como es el caso, con una cierta lógica que el espectador pueda asumir, o incluso de prever que faltan escenas y que hay que rodarlas. Los casos en las que un buen montaje ha salvado una mala película y a la inversa se recogen en los epítomes de Historia del Cine. Y con el trasunto de la película “Chicas y maletas” podemos ver si Penélope Cruz es actriz o no, como alguien tan atacada en su talento puede interpretarse sin talento en tomas, y con mucho talento en otras ayudada por Carmen Machi ejerciendo de una parodia de Candela, comprometida esta vez por narcos en lugar de terroristas chiítas.
Lo que más se agradece siendo incondicional de “Mujeres al borde de un ataque de nervios” es el rescate en pequeños papeles de las que allí fueran actrices. Chus Lampreave haciendo de nuevo de portera, Rossi de Palma haciendo el personaje que encarnara en su día Julieta Serrano.
Aunque breve, destacar la presencia de Ángela Molina, una presencia impresionante, una mujer que representa la edad que tiene o más, que no ha cedido a la apisonadora estética de nuestros tiempos en forma de quirófano y que sigue atrapando la cámara como hiciera en sus inicios con su voz rota y tragada. Un homenaje a su tierra creo que es lo que hace a través de esta mujer, y encarnando a tantas mujeres que se ven con enfermos a los que apenas pueden atender por la insuficiencia de recursos debida a múltiples causas.
Si nunca has visto una película de Almodóvar no te recomiendo que empieces por aquí. Para ver Los abrazos rotos, necesitas toda la filmografía anterior.