El
personaje de Marilyn Monroe siempre me había parecido en mi infancia y mi
adolescencia insufrible. Pero en la época en que JFK era la película de moda,
junto con el resto de sus compañeras fruto de la cabeza de Oliver Stone, surgió
junto con esa oleada de puesta de moda del personaje de Kennedy la figura de su
insigne amante. Ahí me pilló, la larga sombra de Marilyn, por su persistencia a
lo largo de los años me cogió en plena afición a las teorías de la
conspiración, al cuestionamiento de la autoridad dominante. Estados Unidos, hasta entonces, era para mí el sumun de la modernidad y la perfección empezó a
hacer aguas. Así fui acercándome al personaje de Monroe, por el final, por su
muerte, su final lleno de preguntas sin respuesta. Años después de JFK, llegó a
mis manos la novela de Joyce Carol Oates. Era una biografía novelada. Y dejé
llevarme por esa pena que se siente por las mujeres cuya dignidad no tiene nada
que ver con cómo y quién practican el sexo. Personajes endurecidos por el
abandono y el desprecio de hombres que sólo buscan la carátula, el maquillaje,
el trofeo, y para nada la mujer real a quien convertir en compañera, en objeto
de cuidados y de respeto.
A
lo largo de mi vida he conocido y hasta hecho amistad con mujeres guapas y
deseadas por todo bicho varón que las observara. Pero en un entorno académico,
estas guapas eran además listas.
Décadas
después me topo con la real encarnación de Marilyn Monroe. Llegada del universo
español más parecido a Los Ángeles que pueda haber en España. Hasta el motivo
por el que llegó aquí atenta contra su dignidad, pero ella no lo descubrió
hasta pasadas unas semanas. Creyendo que tenía un novio en la distancia, éste
la chantajeó emocionalmente para traerla a vivir con él y llevar a término el
famoso dicho “un clavo saca otro clavo”. La chica dejó su trabajo, hizo las
maletas y se presentó. Por unos avatares acabo hablando con ella. Se siente
cómoda y por no sé qué motivos me hace la revelación:
“Soy
Virgen”, mi cara de cartón piedra, porque yo sé de primera mano que no lo es. Y
me aclara.
“La
sustancia del hombre nunca ha entrado en mi cuerpo, por eso soy Virgen”. Y ahí
no supe donde meterme. La eficacia del autoengaño no conoce límites. Su caso
era peor, no paraba de decir:
“Yo
soy una señorita”, mientras por su amante de turno sabíamos de sus proezas
sexuales que dejarían en pañales a la protagonista de Garganta Profunda.
Por más que diversas culturas se empeñen en basar la virginidad en un tejido biológico: el himen, lo cierto y verdad es que la virginidad es más un estado espiritual que físico. A poca imaginación que se tenga se pueden encontrar ejemplos de ello, y que no mencionaré por su truculencia. Pero un ser humano puede ser sujeto pasivo de un acto sexual, y no perder su inocencia, dado que no sabe en qué consiste ese acto. Hasta aquí -más fino no se puede decir-. Por lo tanto perder la virginidad representa la pérdida de la inocencia, una chica puede conservar físicamente su himen, y hacer muchas otras cosas más.
Otras
perlas que obtuve de mi conocimiento de esta reencarnación de Marilyn fue:
“Si
no respeta mi alma, no tendrá mi cuerpo”, dicho mientras ya se estaba tirando a
otro tío que no era su novio.
“Me
ha caído pelo de un cliente y me he echado lejía en el pie”.
“Esto
está muy distraído –sucio-, y esto también“.
“Limpia
porque la obliga el marido”, dicho de una vecina.
“Es
que si limpiáis nos dejáis por unos guarros” dicho a unos vecinos sobre la
escalera del portal.
“De
qué me sirve estar buena si estoy sola”.
“Soy
empresaria, estoy buena y estoy preparada”, dicho a su novio.
“Mi
novio es macavélico”, refiriéndose a los que emulan en su proceder a Maquiavelo.
Estas
chicas pasan por cándidas, pero no, es un personaje muy currado, hacerse las
tontas, soltar mentirijillas y poner cara de que van a llorar. A lo mejor
aparentan estar avergonzadas cuando son pilladas en un renuncio, pero enseguida
se recuperan y son capaces de relacionarse con quien les pone en solfa si con
ello obtienen un rédito. Tienen una maña intuitiva, que funciona bien en planes
a corto medio plazo. Pero a la larga sus distracciones las llevan al fracaso.
Acaban siendo presas del personaje tontorrón que han creado y en lugar de
ahorrar para su gran empresa son capaces de gastarse el dinero en unos zapatos,
unos bolsos, o unos trapitos, en lugar
de administrarlo para su gran objetivo. La alimentación por supuesto es un gran
coadjutor en el colapso de los planes de estas mujeres. Aunque pongan negocios,
no pierden de vista el sueño de tener un hombre a su lado como las otras
mujeres a las que tanto detestan, y por eso, en lugar de fortalecerse para
trabajar, ayunan como un lama tibetano y se mantienen a base de café y su
cafeína, además de otras cosas terminadas en –ína.
Es
muy común acabar compadeciéndose de ellas, o involucrado en algún episodio de
su vida porque ella lo ruegue como damisela desamparada. Pero al día siguiente
están frescas como lechugas, e incluso para quedar bien con su enemigo del que
dependen en algún aspecto o varios, culpabilizar y reprochar a quien la ayudó.
Las
Marilyn del mundo son supervivientes, manipuladoras, chantajistas emocionales y
grandísimas mentirosas. Compadecerte de alguna de ellas cuando sus problemas son
de evidente autoría propia, es echar margaritas a los cerdos. Su belleza es un
instrumento que han aprendido a pulir a lo largo de los muchos años que tienen,
aunque digan que tienen 23, pero ya rozan los 35.
Si
una mujer miente a otra mujer en la edad, lo hará en todo, sin miramiento,
total, para estas Marilyn las mujeres son potenciales competidoras, seguras
críticas, son lo que han visto toda su
vida y sufrido, padecido la envidia por su belleza o el desprecio por el uso
que hacían de la misma.
Otra
característica de estas Sustanciales Vírgenes es lo bien currada que tienen la
melosidad, como ronean incluso cuando saludan a una potencial víctima de su
arma de destrucción masiva.
Puedes
escucharlas decir “Ojalá fuera fea”, pero no, nunca se desharían del don que la
naturaleza les otorgó y que les facilita la vida en grado sumo. Y tan seguras
están de su don que el tiempo pasa, el problema de quien cultiva el cuerpo y
las mañas para usarlo como ventaja es que no cultivan nada más. Cuando quieren acordar
se convierten en Alex, el personaje de Glenn Close en ATRACCIÓN FATAL, sin
pareja y bajando el listón de sus miras considerablemente con tal de conseguir
lo único que no tienen y sí tienen todas las mujeres de su edad alrededor:
pareja y algún hijo. Así, pensando que están con un superhéroe vocacional,
descubren que el superhéroe ha estado tras otras mujeres, y de ese modo tras
intentarlo con varios acaban con el último de la fila, el más facilón. Pero
hasta ése acaba tomando lo que quiere de ella, y si la pone en aprietos la deja
sola y se busca otra tía como muralla de contención para que Marilyn no le pida
ayuda.
Sí,
son dignas de lástima, pero su capacidad de recuperación es inusualmente
rápida. Y mientras quede rimel y delineador en el bolso, nunca estarán
demasiadas horas entregadas al desaliento.