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jueves, 26 de marzo de 2015

No es oro todo lo que reluce: licenciad@s en la talla 36

Muchos chascos en la vida provienen de premisas absurdas, aunque en su día te parecían de una lógica aplastante.
Tiendes a pensar que alguien que coloquialmente llamaríamos “leído” o que ha estudiado una carrera está por encima de conductas como amargarse por no tener el físico “a pedir de vista” que impera en nuestros días. Jamás pensaríamos que alguien que lee (o dice leer), que se licenció digamos en aquello tan abstracto de Filosofía y Letras (o dice haberlo hecho), exhibiría en público su preocupación por no tener la talla 36. Y lo hacen, sin pudor, porque desde hace unas tres décadas este tipo de conversaciones y lamentaciones en voz alta, las disquisiciones y recomendaciones de dietas son tan habituales como la típica conversación sobre el tiempo meteorológico. En lo por mí observado desde hace unos 20 años en lugar de saludar a un conocido y darle algo de charla a costa de la peregrina nube que surca el cielo y sugiere una amenaza de lluvia, lo más frecuente es que esos ojos que miraban algo tan límpido y amplio como el cielo se depositen en la lorza que más resalte y soltarte:
“¿Estás más gord@ no?”, la gente poco descarada o nada, y educada no suele responder con un elegante silencio o con un “eres un maleducado” o “mi cintura no es tu problema”, la gente suele justificarse dando pie a estirar la conversación en la que el INTERPELADOR ANTIGRASA suele adoptar una posición de JUEZ-MÉDICO en la que hace valoraciones negativas sobre tus hábitos alimenticios, las futuras malas consecuencias, las dietas que tienes que hacer, los alimentos que no debes ni mirar, así hasta que la imaginación del sujeto se agota que suele ser pronto, porque alguien que además de maleducado sólo tiene ese tema de conversación para dar no tiene mucho recorrido.
Para nada quiero hacer desde aquí una apología de la obesidad, o sea, decir que estar gordo es algo saludable. Pero estar gordo no es aquello que oí una vez a un oyente de un programa de llamadas nocturnas que dijo:
“Yo cuando veo a un gordo me lo imagino comiéndose cuatro hamburguesas y cayéndole la mayonesa por la barbilla. Me dan mucho asco.”
Ser gordo no equivale a comedor compulsivo, de la misma manera que hay gente delgadísima que come como bestias y nadie lo diría a juzgar por su complexión. Ser gordo puede venir provocado por muchos factores y a nadie le debería importar tanto como para obligar a un conocido a facilitar verbalmente su historial clínico, sus analíticas recientes, sus niveles de la hormona tiroidea, etc. A no ser que sea el que paga las facturas al gord@.
Seamos claros, LA PEÑA VE MUY FÁCIL METERSE CON UN GORDO, porque suele ocurrir que estas personas que ya se reprochan a si mismas lo suficiente, lo cual en algunos casos forma parte de su problemática, suelen situarse en un papel pasivo donde les coloca su culpabilidad inducida o autoinducida, se creen merecedoras del reproche, y su autoestima no les llega como para poner en su sitio al maleducado de turno, que a costa del primer gordo que se encuentra en su barrio se sube el ego unos cuantos enteros. Porque la mayor parte de los gordos no suelen contestar al mismo nivel de IMPERTINENCIA a este tipo de personas resaltando sus defectos más visibles, porque un gordo no se entrena para atacar, algunos de ellos suelen dirimir sus conflictos con la nevera y no vapuleando la floja autoestima del primer paisano que se les cruza por la calle. Y lo más curioso es que la gente más impertinente en este sentido suele ser: VIEJA, FEA, CALVA, MIOPE, CON VERRUGAS, CON UNA PIEL REPULSIVA, MAL AFEITADOS, MAL VESTIDOS, BORRACHOS, CON CASPA, SIN DIENTES O CON LOS DIENTES LLENOS DE CARIES O SEPARADOS POR SOSPECHOSOS HILOS AMARILLOS QUE EXHIBEN SIN PUDOR CON ESA SONRISA CÍNICA QUE LES SUELE ADELANTAR EN EL HOCICO, ETC.
Sí, es ponerse a su misma altura, pero es esto o irte a casa con la sensación de cobardía de no haber puesto en su lugar a alguien que evidentemente te está agrediendo, porque todos tenemos radio, tele, espejo y médico:
“Señor Mío, ¿también me está llamando lerd@?”
OCUPENSE DE SUS HIJOS Y DE SU VIDA
Volviendo al tema principal, este tipo de conductas se suelen ver en gente digamos de estrato social bajo, sin formación cultural alguna, cuya biblioteca a lo sumo está formada por la Guía Telefónica y todo lo más un misal antiguo o una Biblia (que evidentemente no leen, porque si lo hicieran tarde o temprano hubiéranse topado con aquello de “ven la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio”), y que además en el caso de jubilados se tragan el programa de Mariló Montero de cabo a rabo, prestando especial atención a la sección de Salud que se aprenden como un Padrenuestro. Ellas, jubiladas o no, se compran las revistas donde, cómo no, obsequian con consejos y dietas para Operaciones Bikini que como resultado final lo más que consiguen es que una señora se ponga un bikini luciendo una fofa bolsa marsupial a lo canguro en lugar de una barriguita más o menos tersa y prominente. A ver si aprendemos que la barriguita se elimina con abdominales no con inanición.
Esa es otra, si dudoso método es el de las dietas recomendadas por los magazines kiosqueros, la puñetera realidad es que muchas señoras y señoritas no hacen dieta, directamente no comen.
Es increíble ver a señoras mayores suspirando por perder kilos que en realidad deberían ganar para que su piel no colgara a surcos a lo largo de su rostro y cuello, con un poquito de grasa que ganaran se ahorrarían un carísimo lifting. Y abundando más en esto, se observa a señoras mayores con preocupante deterioro físico que te hace preguntarte si toman los suficientes lácteos para combatir la osteoporosis inherente al proceso posterior a la menopausia, o si se toman la Terapia Hormonal Sustitutiva para contrarrestar los vaivenes hormonales provocados por esta etapa de la vida, porque no es difícil ver como señoras que parecían mosquitas muertas, tras cumplir una edad, acaban comportándose como el Increíble Hulk, eso sí, un Hulk muy estilizado, con muchos colgajos de piel y en los huesos.
Así que puedes ver también como hay sujetos que pueden llevar en el bolso el Ulises de Joyce y junto a él una revista de dietas. Decepcionante, al final es todo POSTUREO, como se dice ahora, o IMPOSTURA que es más de toda la vida.
Lo más paradójico de esta preocupación extrema por encajar en un cierto molde estético es que ni siquiera es para lograr algo tan lógico como agradar para ligar, cosa comprensible en la naturaleza humana, NOOOOOOOO, la obsesión de estas señoras, y señores (no se me olviden) es competir.
Competir, competir, competir... ¿Cuál es el premio?
Me despido, ya que aparte de colgar esta entrada, tengo que ocuparme de mi vida real y cotidiana, y no de encajar en inútiles ideales de belleza propuestos por no sé qué personas, ni con qué intereses. Después leeré discretamente y sin presumir de ello el libro que me ocupa.

Éxito con las operaciones Bikini, a ver cuándo se ponen de moda las operaciones de incremento de neuronas y los cursos de urbanidad.


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