Muchos chascos en la vida provienen de premisas absurdas, aunque
en su día te parecían de una lógica aplastante.
Tiendes a pensar que alguien que coloquialmente llamaríamos
“leído” o que ha estudiado una carrera está por encima de conductas como
amargarse por no tener el físico “a pedir de vista” que impera en nuestros
días. Jamás pensaríamos que alguien que lee (o dice leer), que se licenció
digamos en aquello tan abstracto de Filosofía y Letras (o dice haberlo hecho),
exhibiría en público su preocupación por no tener la talla 36. Y lo hacen, sin
pudor, porque desde hace unas tres décadas este tipo de conversaciones y
lamentaciones en voz alta, las disquisiciones y recomendaciones de dietas son
tan habituales como la típica conversación sobre el tiempo meteorológico. En lo
por mí observado desde hace unos 20 años en lugar de saludar a un conocido y
darle algo de charla a costa de la peregrina nube que surca el cielo y sugiere
una amenaza de lluvia, lo más frecuente es que esos ojos que miraban algo tan
límpido y amplio como el cielo se depositen en la lorza que más resalte y
soltarte:
“¿Estás más gord@ no?”, la gente poco descarada o nada, y educada
no suele responder con un elegante silencio o con un “eres un maleducado” o “mi
cintura no es tu problema”, la gente suele justificarse dando pie a estirar la
conversación en la que el INTERPELADOR ANTIGRASA suele adoptar una posición de
JUEZ-MÉDICO en la que hace valoraciones negativas sobre tus hábitos
alimenticios, las futuras malas consecuencias, las dietas que tienes que hacer,
los alimentos que no debes ni mirar, así hasta que la imaginación del sujeto se
agota que suele ser pronto, porque alguien que además de maleducado sólo tiene
ese tema de conversación para dar no tiene mucho recorrido.
Para nada quiero hacer desde aquí una apología de la obesidad, o
sea, decir que estar gordo es algo saludable. Pero estar gordo no es aquello
que oí una vez a un oyente de un programa de llamadas nocturnas que dijo:
“Yo cuando veo a un gordo me lo imagino comiéndose cuatro hamburguesas
y cayéndole la mayonesa por la barbilla. Me dan mucho asco.”
Ser gordo no equivale a comedor compulsivo, de la misma manera que
hay gente delgadísima que come como bestias y nadie lo diría a juzgar por su
complexión. Ser gordo puede venir provocado por muchos factores y a
nadie le debería importar tanto como para obligar a un conocido a facilitar
verbalmente su historial clínico, sus analíticas recientes, sus niveles de la
hormona tiroidea, etc. A no ser que sea el que paga las facturas al gord@.
Seamos claros, LA PEÑA VE MUY FÁCIL METERSE CON UN GORDO, porque
suele ocurrir que estas personas que ya se reprochan a si mismas lo suficiente,
lo cual en algunos casos forma parte de su problemática, suelen situarse en un
papel pasivo donde les coloca su culpabilidad inducida o autoinducida, se creen
merecedoras del reproche, y su autoestima no les llega como para poner en su
sitio al maleducado de turno, que a costa del primer gordo que se encuentra en
su barrio se sube el ego unos cuantos enteros. Porque la mayor parte de los
gordos no suelen contestar al mismo nivel de IMPERTINENCIA a este tipo de
personas resaltando sus defectos más visibles, porque un gordo no se entrena
para atacar, algunos de ellos suelen dirimir sus conflictos con la nevera y no
vapuleando la floja autoestima del primer paisano que se les cruza por la
calle. Y lo más curioso es que la gente más impertinente en este sentido suele
ser: VIEJA, FEA, CALVA, MIOPE, CON VERRUGAS, CON UNA PIEL REPULSIVA, MAL
AFEITADOS, MAL VESTIDOS, BORRACHOS, CON CASPA, SIN DIENTES O CON LOS DIENTES
LLENOS DE CARIES O SEPARADOS POR SOSPECHOSOS HILOS AMARILLOS QUE EXHIBEN SIN
PUDOR CON ESA SONRISA CÍNICA QUE LES SUELE ADELANTAR EN EL HOCICO, ETC.
Sí, es ponerse a su misma altura, pero es esto o irte a casa con
la sensación de cobardía de no haber puesto en su lugar a alguien que
evidentemente te está agrediendo, porque todos tenemos radio, tele, espejo y
médico:
“Señor Mío, ¿también me está llamando lerd@?”
OCUPENSE DE SUS HIJOS Y DE SU VIDA
Volviendo al tema principal, este tipo de conductas se suelen ver
en gente digamos de estrato social bajo, sin formación cultural alguna, cuya
biblioteca a lo sumo está formada por la Guía Telefónica y todo lo más un misal
antiguo o una Biblia (que evidentemente no leen, porque si lo hicieran tarde o
temprano hubiéranse topado con aquello de “ven la paja en el ojo ajeno y no la
viga en el propio”), y que además en el caso de jubilados se tragan el programa
de Mariló Montero de cabo a rabo, prestando especial atención a la sección de
Salud que se aprenden como un Padrenuestro. Ellas, jubiladas o no, se compran
las revistas donde, cómo no, obsequian con consejos y dietas para Operaciones
Bikini que como resultado final lo más que consiguen es que una señora se ponga
un bikini luciendo una fofa bolsa marsupial a lo canguro en lugar de una
barriguita más o menos tersa y prominente. A ver si aprendemos que la
barriguita se elimina con abdominales no con inanición.
Esa es otra, si dudoso método es el de las dietas recomendadas por
los magazines kiosqueros, la puñetera realidad es que muchas señoras y
señoritas no hacen dieta, directamente no comen.
Es increíble ver a señoras mayores suspirando por perder kilos que
en realidad deberían ganar para que su piel no colgara a surcos a lo largo de
su rostro y cuello, con un poquito de grasa que ganaran se ahorrarían un
carísimo lifting. Y abundando más en esto, se observa a señoras
mayores con preocupante deterioro físico que te hace preguntarte si toman los
suficientes lácteos para combatir la osteoporosis inherente al proceso
posterior a la menopausia, o si se toman la Terapia Hormonal Sustitutiva para
contrarrestar los vaivenes hormonales provocados por esta etapa de la vida,
porque no es difícil ver como señoras que parecían mosquitas muertas, tras
cumplir una edad, acaban comportándose como el Increíble Hulk, eso sí, un Hulk
muy estilizado, con muchos colgajos de piel y en los huesos.
Así que puedes ver también como hay sujetos que pueden llevar en
el bolso el Ulises de Joyce y
junto a él una revista de dietas. Decepcionante, al final es todo POSTUREO,
como se dice ahora, o IMPOSTURA que es más de toda la vida.
Lo más paradójico de esta preocupación extrema por encajar en un
cierto molde estético es que ni siquiera es para lograr algo tan lógico como
agradar para ligar, cosa comprensible en la naturaleza humana, NOOOOOOOO, la
obsesión de estas señoras, y señores (no se me olviden) es competir.
Competir, competir, competir... ¿Cuál es el premio?
Me despido, ya que aparte de colgar esta entrada, tengo que
ocuparme de mi vida real y cotidiana, y no de encajar en inútiles ideales de
belleza propuestos por no sé qué personas, ni con qué intereses. Después leeré
discretamente y sin presumir de ello el libro que me ocupa.
Éxito con las operaciones Bikini, a ver cuándo se ponen de moda
las operaciones de incremento de neuronas y los cursos de urbanidad.
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