Todos tenemos émulos, imitadores.
Incluso los imitadores tienen sus copias. Los rasgos de personalidad, las manías, los gustos, las habilidades no tienen variantes infinitas, más bien el catálogo es exiguo, dada la infinidad de personas que pueblan la tierra. Indefectiblemente, entre los aproximadamente 6 millones de seres humanos tienen que forzosamente repetirse estos rasgos aunque combinados entre sí.
Copiar no es malo, en la conformación de la personalidad uno ha de elegir atributos que quisiera para sí y no se le han dado de forma natural y espontánea. Todos hemos tomado prestadas consciente o inconscientemente frases hechas, tonos de voz a la hora de expresar emociones, estilismos que nos pudieran favorecer. Y al final la combinación de todo, lo prestado y lo natural, dan como resultado una personalidad quizá única.
Lo malo (siempre hay un pero) es cuando para tomar estos préstamos de personalidad elegimos un único modelo, a una única persona.
Los imitadores humoristas siempre argumentan que ellos imitan desde la admiración, y así debe ser en el caso de los imitadores de personalidad todo comienza con un acto de admiración, de amor si se quiere, pero esto tiene unos inconvenientes, sobre todo para el copiado, porque el copiado, el poseedor de los atributos codiciados suele ser una persona cercana al émulo. Como decía Hannibal Lecter: “se codicia lo que se ve todos los días”. Y aquí viene el problema, que el copiado se dé cuenta del robo de su personalidad tal como sucede con las psicólogas de la película “Instituto Básico”, y que a mí personalmente no me quedó nada claro, ambas se acusaban de lo mismo: de copiarse, de teñirse el pelo del mismo color, etc. Pero ¿quién de las dos es el original? Y, claro, no puede acabar bien una relación así, al final, original y copia aspiran al uso exclusivo de su personalidad y en ese uso sólo puede quedar uno, y o se distancian o surge el conflicto que acaba distanciándolos.
Hay copias que no se limitan a tomar pequeños préstamos, por el contrario aspiran al total uso y disfrute de la personalidad de un ser concreto. Sí, estamos ante el prototípico caso de Eva Harrington, el antológico personaje de “Eva al desnudo”. Eva, Eve, se aproxima a Margot Channing (Bette Davies) desde la admiración, desde una aparente humilde admiración se introduce en la vida admirada hasta que surge esa oportunidad de la sustitución, y de ir conquistando parcelas de la vida ajena hasta echar a la antigua propietaria de la suya propia.
Pero los originales no se pueden eliminar, están ahí para recordarle al imitador el vacío existencial que quería rellenar copiando. Y el copiador no es una persona fácil de conformar, si lo fuera no desearía completar de este triste modo su vida. Y aunque todo empezara desde la admiración, esa curiosa forma de amor, ésta se torne en odio y aversión. Quizá por eso el imitador acaba siendo hostil al ORIGINAL.
En este punto del proceso admirativo copiatorio hay un grupo de sujetos que eligen el camino opuesto, conforman su personalidad por contraposición al sujeto admirado o que perciben como alguien que les hace sombra frente a un grupo social dado. Es como el negativo fotográfico del copiador. En esta vía de contraposición el sujeto anticopia aspira, de una forma a menudo necia, a hacer prevaler sus rasgos de supuesta personalidad con frecuencia falsos, pero destina la maniobra a socavar al opuesto:
Si en un grupo social se alaban las habilidades culinarias de una persona este tipo de anticopia intentarán quitar valor a esa habilidad diciendo cosas del tipo:
“Yo no me complico con las comidas”
“Yo como comida rápida”
“Cocinar es perder el tiempo”
“No tiene otra cosa que hacer”
En el caso de la limpieza, el caso se hace valer diciendo cosas como:
“Yo no limpio”
“Mi casa está sucia”, cosas que a veces son mentira, pero se dicen quizá con el objeto de que el sujeto habilidoso sea convencido de cesar en sus habilidades, por la supuesta inutilidad de éstas y así estas personas que se sienten en la sombra seguir disfrutando de su comida rápida (arroz tres delicias del Mercadona a diario), de su desgana higiénica, etc., sin tener que sentirse en inferioridad de condiciones; aunque no haya realmente un público que valore tales condiciones, pero en una suerte de paranoia el sujeto cree que sí, que el habilidoso es percibido por los demás como alguien mejor que él, que pongamos por ejemplo, en un vecindario, los vecinos estuvieran atentos a la olimpiada personal que tiene curso en la mente del sujeto anticopia. Este tipo de personas se sienten agredidos, quizá en inicio fuera porque oyeran algo de esa persona en positivo y por estar esa persona en su ámbito no pueden ignorar. Y es que ser anticopia es menos trabajoso que ser imitador, porque si el sujeto objeto de estas reacciones tiene mucha actividad el anticopia, si es vago, prefiere abrazarse a este método, antes que imitar a mejor lo que el otro hace. Salvaguardar su ego y su supuesta autoestima, que no es tal, porque alguien que se estima no se publicita como analfabeto que no lee, que no escribe, que no se forma opiniones; ni se publicita como una persona que sin oficio no hace nada de nada en su casa aunque tenga todo el tiempo del mundo.
No se trata de copiar una M escrita de un modo distinto al de los cuadernos de caligrafía Rubio, o de delinearse los ojos, aunque la copiadora llegue a presentarse en público cual Cleopatra enlutada sólo porque cree que el delineador es lo que hace a la sujeta de su admiración dotada del especial poder de seducción que le hizo conseguir marido. Estamos hablando de copiar en extremo, o de todo lo contrario, acabar perjudicándose uno mismo prescindiendo de actividades porque cree que hacerlas le convierte en copia.
Debe ser muy insatisfactorio este tipo de vida, vivir la vida pendiente del obrar o el no obrar de otro. Carecer de la inspiración necesaria para hacer cosas tan normales como imaginar, intuir, sentir, leer, escribir, coser, cocinar, limpiar, reír, y tantas cosas. Tener que esperar que alguien tome una iniciativa para imitarlo en el mismo sentido o en el contrario.
En ambos casos, copia y anticopia se quedan desamparados cuando el modelo inspirador de su conducta o anticonducta desaparece. ¿Qué sucede en este caso? Siempre me he preguntado que hicierón mis copias y anticopias con su vida cuando yo empecé a vivir la mía lejos de su mirada de Xerox.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
La responsabilidad legal del contenido de los comentarios es única y exclusivamente de quien los redacte. Y para evitar que alguien sobrepase esta norma elemental se moderarán.