Es una frase muy manida, a la que costaba darle un significado, hasta que ocurre. "Para atrás ni para coger impulso" tiene lógica, porque si vuelves para atrás puedes reactivar fantasmas del pasado que se disolvieron en la estela del mucho tiempo que pasó desde que los dejaste. Gracias a las redes sociales puedes realizar este ejercicio tenebroso. La frase aludida esconde gran sabiduría, porque si reculas, puedes sin querer alimentar monstruos que por un orgullo exacerbado ven regado de nuevo el odio que el tiempo y la falta de noticias secó.
A veces somos muy benignos al recordar el pasado remoto, y tendemos a creer que pudimos equivocarnos al juzgar tan negativamente gentes y sus obras. Pero pese al consejo del sabio que pronunció la frase, de la vuelta al pasado puedes recoger frutos muy saludables. Uno es reafirmar que tus impresiones pasadas sobre gentes, sus obras y actitudes no eran equivocadas. Otro fruto, éste muy jugoso y lleno de vitaminas es que puedes encontrar gente que sí era tan extraordinaria tanto en el pasado como en el presente, el paso del tiempo ha pulido las buenas cualidades de estas personas.
De la vuelta al pasado la conclusión clara es que quien era de un cierto modo de ser lo sigue siendo pero de un modo potenciado, tanto en lo positivo como en lo negativo.
Nadie es perfecto, pero si contactas con alguien a través de la red es porque tienes un deseo de relacionarte con esa persona a través del único modo posible a través de la red: la comunicación, preferentemente escrita -chat, correos, intercambio de enlaces, fotos, comentarios-. Se te puede dar el caso de que haya algún caso en el que la comunicación sea inviable, porque reconozcamos que el querer ser amigo de alguien por sí no basta para serlo y ocurre que no hay química. Tras unas conversaciones en las que invocas viejos recuerdos no queda más que hablar de uno mismo o de terceros (cosas o personas), si se da el caso de que una de las personas no habla de absolutamente nada, llega un momento que tienes la sensación de estar pronunciando un monólogo. Puedes optar por interrumpir la conversación de un modo diplomático inventándote una excusa cualquiera, pero si no eres partidaria de mentir al final dices la verdad que te has bloqueado y no te salen temas. Te preguntan que si te bloqueas porque estás recién levantada -comentario que aunque escrito te suena a perdigonazo con segunda intención típico de vecindona- y al final dices la verdad desnuda. Te contestan: "Tú habla y yo opino". ALUCINANTE. No sé en qué universo paralelo se ha generado la idea que conciben algunas personas de que ellos tienen el privilegio de opinar sobre lo que cuentes, pero que eso no puede suceder a la inversa. Debe ser la influencia de tantos programas de corazón en la que el pagado personaje cuenta una historia X y una cuadrilla de "Periodistas" juzga lo contado. Pero ocurre que a ti no te pagan por entretener las horas muertas de un individuo que probablemente crea, por cualesquiera motivos, que el mundo gira en torno a él y que tú debes estar muy agradecido porque te escuche, debe ser como aquella niña que invitó a su amiguita a merendar y cuando la otra no hizo lo que ella quería le restregó el croissant del Alcampo con pastilla de chocolate por la cara. Y es que si un niño tiene ciertas actitudes de adulto las desarrollará de modo potenciado como en el caso de la niña del croissant, demostrando su afán de humillar o, por ejemplo, el niño que nunca prestaba sus Plastidecor de 36 colores excusándose en que se le iban a gastar (¿existe alguien que haya gastado una caja de Plastidecor en su puñetera vida?), demuestra una clara tendencia a la falta de generosidad de mayor y en temas aparte de los Plastidecor habrá desarrollado una total tendencia a no compartir nada.
Hay personas que cuando reciben este reproche se escudan en acusar al reprochante de querer inmiscuirse en su vida. Felicidades por tener tanto celo por tu intimidad, ¿pero qué hace creer a estas personas que el resto no podamos defender nuestra intimidad y más aún de personas que rellenan sus vacías vidas con las conversaciones que tú tienes con ellas? No es un intercambio justo pedir que confíes cuando ellos no lo hacen. Ser sincera puede resultar peligroso cuando te hacen creer que aceptarte en su red social equivale a comprender y superar aquello que hizo que esa persona no formara parte de tu vida. Gran error, no solo no te comprendieron sino que encima se dedican a contar historias a conocidos en común, con el fin de dar una cierta imagen de ti claramente en negativo como haría un trepa cualquiera en un trabajo. Su ausencia de temas para hablar contigo se ve suplida por el tema del mal rollo contigo para hablar con otros. Aunque debería esperarse que todo el mundo fuera lo bastante inteligente como para ver la malicia que esconde la alerta tan particular que hace sobre ti, motivada únicamente porque decides que si una persona solo abre el chat para que hables tú no te apetece hablar, porque no te gusta hacer monólogos, sino comunicarte e intercambiar impresiones sobre cualquier asunto, por trivial que sea, aunque no tenga un fin concreto; sólo porque te gusta lo que sientes cuando hablas o intercambias comentarios con otro ser humano aunque sólo sea sobre una vieja canción mexicana de Lola Beltrán, el calor del verano, Berruguete y Salcillo, el ascensor de una foto, la foto de una amiga en la que está particularmente guapa.
Nadie pide que todos los días se hable, ni todos los meses, sino que si se tercia se hable si te apetece de lo que te apetezca, pero no constreñir a la otra persona a hacer u obrar según tu capricho. Nadie está obligado a soportar a nadie, si alguien no te gusta elimina la conexión de esa persona con tu red y a otra cosa.
Puede ocurrir que incluso un mal día en la que alguien te hiere ofrezcas a todo el mundo saldar cuentas pendientes contigo, pero no hay narices, es más gustoso machacar la imagen de esa persona frente a antiguos coincidentes espacio-temporales con los que apenas compartiste alguna conversación o juegos en el patio del recreo. Pero esa persona no se da cuenta de que todos somos absolutamente desconocido porque han pasado más de veinte años en los que como máximo te has encontrado con alguien por la calle y no te han querido saludar, o has intercambiado algunas frases con prisa. Lo siento, pero nada de lo que pueda contar ese fantasma del pasado interesa a esas personas, porque ni era de su interés en el pasado ni por supuesto ahora. Pero en las redes sociales el azar es caprichoso y por muchas precauciones que se tomen acabas enterándote por lo que alguien escribe en un muro mencionando palabras como "latente" y "remover", muy reveladoras porque se pronuncian en un contexto muy específico, e igual que ese muro delator alerta de una cierta corriente de comunicación, alguien puede acabar revelando que se está cometiendo un delito contra el honor y la propia imagen, por mucho que se crea que no queda rastro porque la persona tan cautelosa habla por chat y cree que no deja rastros. Se olvida que existe un elemento probatorio llamado TESTIGO, y que no todo el mundo va a jalear el linchamiento moral chat a chat que va haciendo.
Tal vez ciertas personas tengan o tengamos una personalidad que en nada se adapta al predominante montón montonero en el que sólo se puede actuar de una forma: como borregos siguiendo a la cabeza del rebaño. Pero este país tengo entendido que es libre casi tanto tiempo como llevo viva, y desarrollo libremente mi personalidad sin menoscavar a nadie apuñalándolo con el dedo acusador con su nombre y apellidos. En cambio, se está juzgando a alguien vía chat por no fingir que le gustan excoincidentes espaciotemporales que en su día no demostraron ninguna afinidad cuando convivías con ellos y en la actualidad demuestran seguir igual.
Si alguna duda quedaba ya está solventada.
A veces somos muy benignos al recordar el pasado remoto, y tendemos a creer que pudimos equivocarnos al juzgar tan negativamente gentes y sus obras. Pero pese al consejo del sabio que pronunció la frase, de la vuelta al pasado puedes recoger frutos muy saludables. Uno es reafirmar que tus impresiones pasadas sobre gentes, sus obras y actitudes no eran equivocadas. Otro fruto, éste muy jugoso y lleno de vitaminas es que puedes encontrar gente que sí era tan extraordinaria tanto en el pasado como en el presente, el paso del tiempo ha pulido las buenas cualidades de estas personas.
De la vuelta al pasado la conclusión clara es que quien era de un cierto modo de ser lo sigue siendo pero de un modo potenciado, tanto en lo positivo como en lo negativo.
Nadie es perfecto, pero si contactas con alguien a través de la red es porque tienes un deseo de relacionarte con esa persona a través del único modo posible a través de la red: la comunicación, preferentemente escrita -chat, correos, intercambio de enlaces, fotos, comentarios-. Se te puede dar el caso de que haya algún caso en el que la comunicación sea inviable, porque reconozcamos que el querer ser amigo de alguien por sí no basta para serlo y ocurre que no hay química. Tras unas conversaciones en las que invocas viejos recuerdos no queda más que hablar de uno mismo o de terceros (cosas o personas), si se da el caso de que una de las personas no habla de absolutamente nada, llega un momento que tienes la sensación de estar pronunciando un monólogo. Puedes optar por interrumpir la conversación de un modo diplomático inventándote una excusa cualquiera, pero si no eres partidaria de mentir al final dices la verdad que te has bloqueado y no te salen temas. Te preguntan que si te bloqueas porque estás recién levantada -comentario que aunque escrito te suena a perdigonazo con segunda intención típico de vecindona- y al final dices la verdad desnuda. Te contestan: "Tú habla y yo opino". ALUCINANTE. No sé en qué universo paralelo se ha generado la idea que conciben algunas personas de que ellos tienen el privilegio de opinar sobre lo que cuentes, pero que eso no puede suceder a la inversa. Debe ser la influencia de tantos programas de corazón en la que el pagado personaje cuenta una historia X y una cuadrilla de "Periodistas" juzga lo contado. Pero ocurre que a ti no te pagan por entretener las horas muertas de un individuo que probablemente crea, por cualesquiera motivos, que el mundo gira en torno a él y que tú debes estar muy agradecido porque te escuche, debe ser como aquella niña que invitó a su amiguita a merendar y cuando la otra no hizo lo que ella quería le restregó el croissant del Alcampo con pastilla de chocolate por la cara. Y es que si un niño tiene ciertas actitudes de adulto las desarrollará de modo potenciado como en el caso de la niña del croissant, demostrando su afán de humillar o, por ejemplo, el niño que nunca prestaba sus Plastidecor de 36 colores excusándose en que se le iban a gastar (¿existe alguien que haya gastado una caja de Plastidecor en su puñetera vida?), demuestra una clara tendencia a la falta de generosidad de mayor y en temas aparte de los Plastidecor habrá desarrollado una total tendencia a no compartir nada.
Hay personas que cuando reciben este reproche se escudan en acusar al reprochante de querer inmiscuirse en su vida. Felicidades por tener tanto celo por tu intimidad, ¿pero qué hace creer a estas personas que el resto no podamos defender nuestra intimidad y más aún de personas que rellenan sus vacías vidas con las conversaciones que tú tienes con ellas? No es un intercambio justo pedir que confíes cuando ellos no lo hacen. Ser sincera puede resultar peligroso cuando te hacen creer que aceptarte en su red social equivale a comprender y superar aquello que hizo que esa persona no formara parte de tu vida. Gran error, no solo no te comprendieron sino que encima se dedican a contar historias a conocidos en común, con el fin de dar una cierta imagen de ti claramente en negativo como haría un trepa cualquiera en un trabajo. Su ausencia de temas para hablar contigo se ve suplida por el tema del mal rollo contigo para hablar con otros. Aunque debería esperarse que todo el mundo fuera lo bastante inteligente como para ver la malicia que esconde la alerta tan particular que hace sobre ti, motivada únicamente porque decides que si una persona solo abre el chat para que hables tú no te apetece hablar, porque no te gusta hacer monólogos, sino comunicarte e intercambiar impresiones sobre cualquier asunto, por trivial que sea, aunque no tenga un fin concreto; sólo porque te gusta lo que sientes cuando hablas o intercambias comentarios con otro ser humano aunque sólo sea sobre una vieja canción mexicana de Lola Beltrán, el calor del verano, Berruguete y Salcillo, el ascensor de una foto, la foto de una amiga en la que está particularmente guapa.
Nadie pide que todos los días se hable, ni todos los meses, sino que si se tercia se hable si te apetece de lo que te apetezca, pero no constreñir a la otra persona a hacer u obrar según tu capricho. Nadie está obligado a soportar a nadie, si alguien no te gusta elimina la conexión de esa persona con tu red y a otra cosa.
Puede ocurrir que incluso un mal día en la que alguien te hiere ofrezcas a todo el mundo saldar cuentas pendientes contigo, pero no hay narices, es más gustoso machacar la imagen de esa persona frente a antiguos coincidentes espacio-temporales con los que apenas compartiste alguna conversación o juegos en el patio del recreo. Pero esa persona no se da cuenta de que todos somos absolutamente desconocido porque han pasado más de veinte años en los que como máximo te has encontrado con alguien por la calle y no te han querido saludar, o has intercambiado algunas frases con prisa. Lo siento, pero nada de lo que pueda contar ese fantasma del pasado interesa a esas personas, porque ni era de su interés en el pasado ni por supuesto ahora. Pero en las redes sociales el azar es caprichoso y por muchas precauciones que se tomen acabas enterándote por lo que alguien escribe en un muro mencionando palabras como "latente" y "remover", muy reveladoras porque se pronuncian en un contexto muy específico, e igual que ese muro delator alerta de una cierta corriente de comunicación, alguien puede acabar revelando que se está cometiendo un delito contra el honor y la propia imagen, por mucho que se crea que no queda rastro porque la persona tan cautelosa habla por chat y cree que no deja rastros. Se olvida que existe un elemento probatorio llamado TESTIGO, y que no todo el mundo va a jalear el linchamiento moral chat a chat que va haciendo.
Tal vez ciertas personas tengan o tengamos una personalidad que en nada se adapta al predominante montón montonero en el que sólo se puede actuar de una forma: como borregos siguiendo a la cabeza del rebaño. Pero este país tengo entendido que es libre casi tanto tiempo como llevo viva, y desarrollo libremente mi personalidad sin menoscavar a nadie apuñalándolo con el dedo acusador con su nombre y apellidos. En cambio, se está juzgando a alguien vía chat por no fingir que le gustan excoincidentes espaciotemporales que en su día no demostraron ninguna afinidad cuando convivías con ellos y en la actualidad demuestran seguir igual.
Si alguna duda quedaba ya está solventada.