Translate

martes, 31 de agosto de 2010

Amistades perras IV

Un aspecto de la amistad es la interrupción de la misma justo cuando acaba de empezar. Podría denominarse "amistad incipiente interrumpida", no finalizada, porque la vida da muchas vueltas y nunca se sabe si esa amistad o cualquier otra, pese a las razones de su ruptura, se reanude.

La dulce amiga

Puedes encontrarte por azar en uno de esos destinos que te depara el mundo laboral conocer a alguien que fue tu vecina, pero en la época que lo fuisteis no os cruzasteis. Los descansos dan para conocerse lo suficiente para saber y más a cierta edad si conectas. Puede que esa persona te parezca perfecta, pero ambas os conozcáis en un momento inadecuado de la vida. Una por arrastrar una desconfianza y rezumar aún problemas pasados sin resolver, la otra por un padecimiento suyo no poder soportar el escuchar problemas. Totalmente en serio, es absolutamente cierto que la mente en ciertas ocasiones no pueda tolerar el escuchar problemas ajenos, en especial si la persona que los escucha es especialmente empática y a buen seguro este era el caso. Es horrible que te caiga muy muy bien una persona y por circunstancias no poder llegar a relacionarte con ella. En una relación es difícil no hablar de lo que te preocupa y morderte la lengua no es fácil. Cada cual respetó a la otra y en el tiempo que coincidieron se relacionaron, incluso la de los muchos problemas echó una mano en un problema erótico-moral a la otra, o eso intentó respondiendo según su experiencia y con toda la cautela del mundo.

Tan sólo hubo un problema, una vez más por la cena de despedida: la niña que no podía escuchar problemas había reservado y al final se decidió ir de tapas, la de los problemas apoyó a la mayoría y la otra se sintió perjudicada.

"Es que voy a quedar fatal. ¿Y si yo quiero ir a ese restaurante con mi novio?". Tenía toda la razón, pero la mayoría es así.

Con todo aún existe una cinta de cassette en cuya carátula se puede leer lo más bonito que le hayan dicho nunca a la de los muchos problemas, y además con una de las letras más perfectas que haya podido ver.

A veces lo mejor es aceptar y respetar, darte a conocer no es lo mejor que le puede pasar a la persona que aprecias o por la que sientes amistad. Y sin embargo, pese a los años, igual que una se acuerda la otra seguro que lo hará también en muchas ocasiones. Pero no hay Facebook que valga para buscar a una persona entre tantas que se llaman igual. Quizá si no se ofendió por la ausencia de contacto se acaben encontrando.

La amiga rodeada

Hay razones que aunque parezcan absurdas así contadas impiden que profundices en una amistad o en lo que parece podría ser una amistad. Tal vez cerca de donde vives conozcas a una chica majísima, con la que un día te decides a hablar porque crees que se está cometiendo una injusticia machista con ella y a raíz de ello comenzáis a saludaros afectuosamente y hasta volvéis a hablar alguna que otra vez.

Pero alguna que otra vez, porque hay infinitas razones con patas y rabo que te lo impiden. Y es que conozcas a una de esas raras chicas que aunque asediadas por sus pretendientes no se lo tengan creído y hasta sean una pizca marimacho, pero esos mismos pretendientes no paran de hasta hacer cola para saludarle, hablarle y todo lo que puedan conseguir. Y es que es curioso que los mismos cuyas babas pueden llegar a llenar un pantano próximo, son los que a sus espaldas la ponen a parir diciendo los mismos asquerosos tópicos machistas que suelen decirse de una chica agraciada físicamente y que despierta expectación y además la digiere de un modo muy diplomático. Claro  que se puede ser muy diplomática hasta que las babas de alguno te ahogan cuando pretende a toda costa ser el elegido de la corte de estúpidos que la persiguen. Y el individuo puede llegar a aullar borracho su amor no correspondido. Y hasta puede que por despecho el individuo dé un ultimátum a un rollo con el que nunca termina de romper para que ella se vaya a vivir con él y así pasear su fingido amor y creer que con ello apaga las risas de quienes lo saben todo y da bofetadas de orgullo herido en la cara de su bellísima amada. Pero hay gente que sabe Dios qué pecados cometió que nunca acierta en sus decisiones y si antes ponían de promiscua a la bellísima, se dedican a especular sobre el origen de la novia-ultimátum, y claro en boca de hombres y si una chavala gusta, el origen para esas bocas de hiena sólo puede ser uno: extranjera y prostituta. Y es que especular es gratis, da igual que no den ni una, y no sepan de la misa la mitad, pero la envidia machista es así, si no pueden obtener aquello a lo que su rabo aspira, pues lo ensucian con sus babas repletas de hiel y heces.

La especulación es una cosa seria, y a la vez digna de ser analizada en los congresos de chistes del mundo, porque no se pueden oír más desatinos en la boca de un hombre soltero o hambriento, ocioso y malvado además de machista que suele ser lo mismo en realidad.

Y es que debe ser una maldición ser guapa, porque los mismos que dan ventaja por poseer belleza son los que si no se ven recompensados por la bella en cuestión mancillan su honor, su fama y su buen nombre a costa de la distorsión, la intoxicación y la mentira más escandalosa.

Y no debería ser como muchas veces se ve que a una tía sólo por ser guapa se le guarden las distancias de antemano, pero no lo suficientemente lejos como para no poder criticarle y que se acabe enterando. Lo que le sucede a las mujeres bellas no es culpa de ellas, no hay razón para convertirse en antipática sólo para no dar que hablar. Una puede ser compañera y amiga de hombres y no por ello ha de encasquetársele la fama de que se los tira a todos. ¿Alguno de los bocazas ha estado debajo de su cama?

Lo cierto es que para ser amiga de una guapa tienes que abrirte paso a codazos entre los aspirantes para quedar a tomar café, y lamentablemente eso no está siempre en las prioridades de una. Será en otra vida, porque debajo de esa belleza cegadora –al menos en ese entorno- se adivina una persona profunda, inteligente y de buenos sentimientos, los cuales se han visto en su trato, pese a que no se los valoren porque no eran esos los sentimientos que querían despertar.

La amiga  correcaminos

Existen personas que tienen obligaciones muy superiores al resto, da igual como han llegado a adquirirlas el caso es que las tienen. Son personas que han pasado directamente de la adolescencia a la madurez de traer y criar al mundo varios seres humanos y esto al margen de lo valioso que es, es precisamente lo que hace que este tipo de personas no tengan el suficiente mundo y se vean supeditadas a gente manipuladora, aprovechada y sumamente desleal.

Te puede simpatizar y quizá en ello medie un poco la compasión o una cierta identificación por tu historia pasada. Un día habláis, rompéis el hielo. Pero hasta ahí. Te decides a continuar el trato y con la excusa de un viaje llevas regalos a sus hijos y de paso hablas con ella, mientras tiende la ropa, vigila a su bebe con el oído y termina de atender a una vecina. Es impepinable que molestas, que perturbas su rutina diaria y te retraes de visitarla, y ella lógicamente tampoco lo hace por sus múltiples ocupaciones o porque no se ha llegado a dar ese momento en el recorrido de la amistad en el que no pasa nada si te presentas sin avisar.

Pasa el tiempo, y hasta la ves pasar por tus ventanas, pero no eres de las que dan bocinazos y permite que su conversación sea escuchada por más de un par de oídos.

Y como dije en alguna entrega, no basta con querer ser amiga, se tienen que dar mil circunstancias para que ese sentimiento amistoso prospere y no se vea perturbado, por ejemplo, por insidias y gente con mucho veneno que no vive sino para intentar reírse de los que cree inferiores porque creer eso y reírse de ello le sube la autoestima tan miserable que tiene; o por gente que tiene mucho que tapar a esa amiga y cree que tú vas a abrirle los ojos a la puta realidad.

Finalmente todo se queda en un stand-by. Dios dirá.

Nota: Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.



lunes, 30 de agosto de 2010

Amistades perras III

La amiga fétida

Hay amistades que surgen, pero ciertas peculiaridades hacen imposible su buen funcionamiento.

Una persona te puede caer muy bien, pero una característica suya perturba de tal modo que al final te acaba cayendo mal.

En la adolescencia es aún más difícil si ya lo es en la madurez decirle a un impúber cosas como “Súbete la bragueta”, “Depílate el bigote”, “Te huele demasiado el aliento” o “Se te nota la compresa”. Por tus propios miedos crees que vas a herir a esa persona, que se va a acomplejar, que incluso se pueda tirar desde el viaducto más cercano o que se ahorcará en los baños del instituto con los cordones de las zapatillas que su mamá le ha comprado en Los Guerrilleros. Es una visión tremendista, pero la adolescencia es un mundo aún más lleno de miedos que la infancia, donde nada se teme por que todo se ignora.

Una niña puede ser agraciada, tener un pelo sedoso, largo, ligeramente rizado en las puntas y rubia natural. Tener claros los ojos de un brillo cristalino y acuoso. Tener un físico si no agraciado al menos pasable. Pero tener una nariz que puede provocarle la muerte del loro, de esas que en la curvatura casi se adivina el color del hueso de lo tirante que tiene la piel. Todo esto agrada o no a la vista, pero con no mirar lo que incomode basta. Pero si se sienta a tu lado, y además es parlanchina hay un defecto insoslayable: el mal aliento. ¿Cómo le dices a una niñata que le canta el pozo de tal manera que parece que algo muerto debe tener dentro? Cuando te rindes ante la idea de no decirle nada por temor a causar los daños enumerados te empiezas a preguntar si ella misma puede aguantarse su propio olor. Si cuando acerca su mano a la cara cuando tose no percibe la fetidez que acompaña al aire expelido en la tos. Pero el mundo de los malos olores tiene algo mágico que es que sin saber por qué te acostumbras a ellos. Y el mundo sigue rodando. Hay cosas más difícil de sobrepasar en el comportamiento de esos que al ser compañeros se procuran deudas de amistad tratándote a menudo, haciéndote creer que eres algo más que un vecino de pupitre.

El contacto con la compañera fétida no se produjo hasta bien pasado el curso. Siendo repetidora y sentándote en la última fila a comienzo de curso cuando todo está lleno es difícil llamar la atención de nadie. Es lo más parecido a ser una apestada. Sólo otros repetidores como tú o adultos buscando aprobar su asignatura pendiente se acercan tímidamente a ti. O desesperadas que trabajan e intentan estudiar a la vez te piden los apuntes. De ese modo llegué a tener contacto todo lo que el trabajo le permitía con la que resultó ser vecina de la amiga fétida. La peña que es muy observadora, en especial la fétida acabó hablando conmigo entre clase y clase y me informó de su relación de vecindad con la peticionaria de mis apuntes, ésta sucumbió al trabajo y abandonó el curso, otros al desaliento y la clase acabó pareciendo más grande de lo vacía que estaba. Ya estábamos en el segundo trimestre, ya había habido notas y la repetidora no había desaprovechado el tiempo, cosa que ya habían advertido varios. Fétida tomó nota y acabó por sentarse con la repetidora. A la enemiga del elixir bucal parecía no preocuparle atender a las lecciones del profesor y no se cohibía a la hora de parlotear sin parar. La repetidora en su preocupación por no malgastar otro año de su vida le pidió que hablaran mediante notas. En una clase llegó a rellenar un folio entero de estupideces.

La repetidora había incorporado a su lista de contactos a una chica que se sentaba en las últimas filas con los chicos, más bien los chicos se sentaban con ella asediándola con sus continúas rogativas para salir con ella. La repetidora con el tiempo se enteró que en el curso anterior la niña mona y la fétida iban a la misma clase y la repetidora sólo encontró una explicación a que fétida no fuera amiga o más compañera de la niña mona: era mona y asediada por los chicos. Al final fétida, mona y repetidora llegaron a ir a cenar con otros compañeros por navidad.

En los exámenes finales de curso fétida hizo en el de matemáticas uno de sus números por el que un cierto docente dio en llamarle “MariNervios”, y es que al parecer cuando no aprobaba una asignatura sus padres iban a hablar con el profesor correspondiente a dar noticia de unas ciertas dificultades que tenía su vástaga para estudiar por sus nervios. Al final del examen cuando ya no había nadie la profesora de matemáticas se quedó a solas con la fétida marinervios y al poco supimos que había aprobado matemáticas con un 6 a la primera, sin recuperación ni nada, cuando siempre suspendía. Y es que claro, a la profesora había que comprenderla por un cierto padecimiento que tenía, ya que debido a él se solidarizaba con ciertas dificultades ajenas. Vamos un verdadero chantaje emocional, quién tuviera unos padres así, cuántos cates nos hubiéramos ahorrado y repeticiones de curso. Por no hablar de la capacidad dramática para dar botes en el asiento, escribir garabatos a toda velocidad, ponerse tiesa, abrir mucho los ojos mirando a uno y otro lado y tener la cara enrojecida mientras tiraba el boli en la mesa lo vuelves a recoger varias veces, etc. Todo un número.

A la fuente de tan distinguidos olores le dio por pensar que sería bueno invitar a la repetidora a su casa a hacer las traducciones de latín que mandaba el profesor. Para entonces las matemáticas eran tema superado ya que no eran obligatorias en ese curso. Pero en clase no se sabía.

Por sabe Dios qué, la olorosa amiga se empeñó en que la repetidora tenía que traducir para las dos, pero en casa de la repetidora, pese a ser advertida de que la casa no tenía comodidades para tal tarea “conjunta” ella se empeñó, por supuesto no volvió.

Un imprevisible obstáculo impidió que en el último curso se afianzaran más esos lazos. La repetidora que ya no lo era de esos cursos, tenía overbooking de citas para quedar a estudiar, a hacer trabajos de esto o de aquello, además la repetidora se echó novio, en parte gracias a la amiga fétida que al parecer estaba enganchada a la crónica de los amores imposibles de la repetidora y que contaba a sus amigas con las que salía los fines de semana y a sus hermanas. Un día de noviembre por empeño de su curiosidad acompañó a la repetidora a ver a su amor imposible y gracias a aquella visita el noviazgo acabó produciéndose. La repetidora le invitó a la boda de la que hizo una crítica basada en el pecado de no llevar corbata y otras cosas de las que se despacharía a gusto tomando el café al que fue invitada junto con otros asistentes a la boda por una compañera no invitada (la señorita del coche hasta los topes).

Capítulo aparte merece la del discreto olor bucal que podía montarte un buen pollo durante horas por decir que había quedado con unos chicos con los que se carteaba (entonces no se había popularizado Internet), pero no dudó en contar que en el viaje que hicieron a una capital europea la niña mona, otro compañero y ella, ésta había descubierto que los dos primeros se acostaban y que por ello tuvo que cambiarse de habitación.

Otro de los rasgos de la del discreto olor era que no llevaba bien que la repetidora se maquillara todos los días –dicho en voz alta al alcance de la repetidora: “qué dejarán para el fin de semana”, la repetidora no tenía fines de semana-, ella lo hacía el fin de semana y una admiradora suya no dudaba en alabarla ante la repetidora en una actitud propia de una enamorada que ensalzaba su pelo suelto –entre semana lo llevaba siempre recogido mojigatamente- y lo bien que se maquillaba, varios lunes a la salida de clase fue obsequiada con estas descripciones propias de un afectado por el Síndrome de Stendhal.

Tras casarse la repetidora e irse a la “uni”, la amiga del maquillaje de fin de semana SOLAMENTE, repitió COU, tras un par de visitas sólo hubo silencio. Una vez la repetidora preguntó a la niña mona qué pasaba y la repuesta no pudo dejar más perpleja a la repetidora. Ofendida e injuriada la repetidora sólo vio a fétida en compañía –AL FIN- de un chico con gafas a través del escaparate de una tienda de calzado. Fétida tras advertir la presencia de la repetidora bajó la cabeza y empezó a enrojecer. Nunca más se supo.

Nota: Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.

domingo, 29 de agosto de 2010

Amistades perras II

La amiga sólo compañera





Descripción somera de hechos:





A llega tarde al curso





A hace aproximaciones al delegado y su entorno.





A es eximida de hacer los exámenes de la primera evaluación por haberse incorporado tarde y los hará a vuelta de vacaciones de Navidad.





A pide apuntes a diestro y siniestro, entre otros a B.





Tras las notas A se sienta junto a B cuando la compañera de B no está.





A propone a B hacer el trabajo de literatura sobre "Luces de Bohemia" conjuntamente para lo que A invita a B a comer a su casa porque según A ella no ha leído nunca un libro porque siempre tenía amigas que le hacían el resumen, debe ser por eso por lo que se ha tirado 9 años para llegar a COU.





B hace el trabajo y antes de entregarlo A advierte al profesor que A y B han hecho el trabajo conjuntamente.





El profesor califica el trabajo de B a la baja cuando suele ponerle más de notable y en el último examen sacó un 10.





A empieza a invitar a B a su casa a estudiar para que le explique cosas que no entiende.





A intima con un profesor y se descarga con B.





A hace una cena de fin de curso al margen de muchos alumnos a la que van profesores. B no va porque le han invitado a otra y acaba por no ir a ninguna.





A queda con B para ir a los exámenes de Selectividad y para estudiar en su casa la noche que media entre los días programados para los exámenes.





Tras la Selectividad, B nada sabe de A, sólo que pensaba hacer una diplomatura donde vivían sus padres en lugar de hacerla en la universidad de la provincia dónde vivía con su marido.





B va a matricularse en la Universidad de una capital a 50 Km. de donde vivía anteriormente, siente el impulso de llamar a A para ver como le va todo.





Casualidad: A va a matricularse en la misma carrera y en la misma Universidad que B. Quedan por tanto para verse en la cola.





A y B quedan durante el verano algunas veces junto con sus parejas.





A confiesa a B que le dice a su familia que B es su diosa "de los estudios", se supone que eso quiere decir que es su modelo a seguir.





B ofrece a A y su pareja ser los padrinos de la boda y A se niega aunque sí va a la boda. B se lo ofrece porque en cierto modo A evitó que B rompiera la relación y en una discusión derivada del disgusto de la familia del novio de B por que B estudiara A se presentó a tranquilizar la situación.





A invita a B y a su novio a la casa de sus padres, allí sin venir a A dice que B sólo es una compañera en el transcurso de una conversación que A tiene con el que fuera su profesor de autoescuela con el que según confesión de A a B tuvo un rollo.





B empieza a sucumbir a los problemas derivados de casarse en contra del gusto general –familia política y sorprendentes aliados de ésta-, le están haciendo a B y a su pareja "un Romeo y Julieta"; empieza a faltar a clase.





A ya no le guarda el sitio y B descubre que A se sienta y ha estrechado lazos con el delegado y su entorno.





Un día a B le pide una alumna ayuda para completar sus apuntes perfectos de letra enorme aunque diáfana y preciosa. B se queda al finalizar las clases con la chica para que los complete ya que aunque B coge todo, la letra de apuntes de B es ilegible y tiene que traducir.





A empieza a meter prisas a B para irse porque pierde el autobús. B le dice que se vaya sin ella. A dice que la espera. Al irse A regaña a B por ayudar a la chica (leer más arriba porque A se acerca a B).





B cada vez falta más a clase, pero A no parece advertirlo ya que ni le llama.





Vienen los exámenes. B se presenta y descubre que A no está. A dice que los está haciendo en otro aula con el delegado y gente afín. B sólo hace ese examen que es para el único que consideró estar preparada.





Un día A llama a B. Tiene una asignatura atragantada y necesita que B se la explique. B dice que no puede. Ya no vuelve a haber contacto. B no vuelve a la Universidad y no quiere saber nada.





Un día yendo al rastrillo B se encuentra a A, intenta pasar de largo, pero A retiene con su saludo a la pareja de B. B escucha lo que tenga que decir mientras observa que va con una chica alta, gruesa, con el pelo muy largo, peinado con una coleta que le recoge un tercio del pelo en la nuca. Una chica normal, de apariencia humilde y a B le parece que es una chica inteligente y empollona sin mucho mundo. Seguramente con los dieciocho años recién cumplidos. B se ve reflejada en esa chica.





A informa a B de que ha aprobado el único examen al que se presentó, B aparenta no darle importancia. La pareja de B le anima a ver la nota, que seguro es raspada y así es aunque se aprecia un borrón abajo como si antes se hubiera puesto otra cosa, quizá le habían suspendido en un principio.





Al cabo de los meses B encuentra un lugar estable en el que vivir, pone el teléfono y pasado el disgusto llama a A para ofrecerle el teléfono. A informa a B: "no lo necesito". B le da las gracias y cuelga. B no vuelve a saber nada de A, A como queda claro no quiere saber nada de B.





Tras esta narración sucinta de hechos:





A = ¿…?





Nota: Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.

sábado, 28 de agosto de 2010

Amistades perras I

Hay gente que aunque se haya ido de tu vida por la puerta falsa nunca se termina de ir de tu cabeza. De repente un día desde su última actuación te descubres pensando en esa persona.

Puede que haya gente condenada a entenderse, y tal vez sea el caso.

La amiga fantasma

Existen personas con las que por una relación dada se creen con derecho a nombrarte amigo, no le das importancia, menos aún de niño, pero de mayor descubres que esa palabra debería significar más de lo que quienes la pronuncian en vano quieren decir con ello.

Se te puede dar el caso de coincidir en un espacio con una compañera de colegio y te diga:

“Que bien que volvamos a ser amigas después de 20 años sin vernos”.

¿Puede convivir en la misma frase el concepto “amistad”? con el hecho de “20 años sin vernos”. Tan amigas no seríamos cuando en 20 años no ha habido ni un “¡Hola!”. Pero es aún peor cuando tu memoria, que según dicen es muy buena, te retrotrae a esos tiempos en los que habitaste con esa “amiga” y descubres que no, que nunca fue amiga tuya, que ni siquiera os sentasteis juntas pupitre con pupitre, que te sobran dedos de la mano para recordar los recreos en los que compartiste juegos con la susodicha “amiga”, y que si recuerdas su voz no es precisamente por que tuvierais una conversación.

Y es un caso que se le debe dar a demasiada gente dado el asombroso afán por la nostalgia, las reuniones de exalumnos y las redes sociales. La gente le teme a la verdad, pero la pura realidad es que asistir durante ocho cursos a la misma clase no convierte a dos personas en amigas, todo lo más en conocidas.

La amiga suplente

En cambio, por práctica si puedes ser amiga de una persona, aunque dentro de ti esa persona nunca te llegue sin una razón concreta que explique que no te sientes en sintonía con ella, y que hasta a veces hagas un esfuerzo por tolerarla. Son cosas extrañas, de las que puestos a culpar es uno el responsable, pero en la comunión de las almas –cursi, pero mejor que decir “corazón”- no se manda. Que alguien te nombre amigo no basta para que en una relación entre dos personas haya verdadera amistad. De facto sí se puede afirmar que en este segundo caso sí la había, pero por el otro lado era un más dejarse hacer por que no había una razón válida para herir a esa persona rechazándola, y a veces hasta se pasaba bien dejándo el recuerdo de una tarde de un domingo de invierno soleada esperando sentadas en un escalón cercano a una academia de corte y confección para ir a casa corriendo y ver “Candy, Candy”.

Y quizá esa falta de entendimiento por una parte haya sido el arraigado pensamiento de ser sólo la amiga suplente a falta de las amigas que realmente quería tener esa persona, pero para su desgracia raramente le hacían caso. Pero de esto sólo alguien se acuerda. Y es que la memoria es muy frágil.

El mundo de la rara amistad deja muchas anécdotas en el camino. Y en el caso de la amiga suplente viene a mano recordar a aquella señorita que tras cambios de centro sin cuajar en ninguno aterrizó en un segundo curso de nocturno. “Yo la verdad que me he apuntado para hacer relaciones sociales”, decía. Pero las relaciones que fomentaba eran más masculinas que femeninas a excepción de su amiga de toda la vida que la acompañaba en la aventura de ampliar su marco social. Cuando acababa aquel curso tuvo a bien acercarse a una de las empollonas de la clase y soltarle su gran disgusto con su amiga de toda la vida que se había reído de su novio en una reunión porque no pagaba la ronda, a raíz de ello decidió no hablarle más, pero se había quedado sin su paño de lágrimas y a falta de eso se colgó que de la empollona que no vivía muy lejos de su casa, en realidad tan cerca que la señorita se llegó a disculpar por no ofrecerle el coche ya que siempre iba hasta los topes con otros compañeros.

La empollona escuchaba paciente, sin nada mejor que hacer y la señorita del coche hasta los topes continuó conversando llegando a confesar sus problemas en los centros escolares y que se había llegado a tomar aspirinas. Aquello a la empollona sin experiencia le causó una mezcla entre sonrojo y preocupación. El verano pasó y el año siguiente al iniciar curso la empollona fue a sentarse con sus compañeras de siempre, pero una garra la asió con fuerza y la sentó en los pupitres que estaban frente a la mesa del profesor. La señorita del coche hasta los topes ya había sustituido a su canosa amiga de toda la vida por la empollona gordita que para no herir los sentimientos de una declarada suicida con aspirinas aguantó hasta que un golpe de suerte dividió a la pareja poniendo a cada una en una clase, aún así los ataques de celos por las nuevas amistades del último curso de la empollona fueron constantes hasta que llegó la cena de fin de curso. La empollona ante la disyuntiva de asistir a dos decidió no ir a ninguna. Aún así la empollona fue obsequiada con un pantalón arrojado de mala manera al pupitre en el que estudiaba en la clase, se ve que lo traía estudiado de casa para castigar a la empollona por no haber ido a su cena, ignorando que tal vez no había ido a la otra. La señorita del coche hasta los topes de tíos no cesó en su provocación “Te doy esto que me han regalado por comprar un pantalón para tu cumpleaños por si no nos vemos”. La empollona decidió tragarse el sapo no iba a permitir que una loca de atar le amargara cuando quedaban unos días para la Selectividad. No miró nada ni dijo nada.

La amiga de visita

Otro ejemplo de amistades perras son aquéllas que vienen debajo del brazo de los amigos de tus padres. Puede ocurrir que precisamente esa amiga a imponer por el bien llevarse te resulte poco atrayente por no decir repelente, no se te ocurre de que hablar ni a qué jugar porque la muchacha no te inspira. Sólo estás pensando en que sus padres pongan fin a la visita y se lleven su amistoso paquetito por donde vinieron porque lo pasas mal, no lo estás haciendo bien, no sabes como hacerlo mejor y delante de ti hay un ser que por designio de sabe dios qué norma social no escrita pretende que le entretengas cual bufón del rey. En las siguientes visitas te escondes de la niña y encerrada en una habitación dejas pasar el tiempo mientras te muerdes las uñas. Al cabo del tiempo ya ni te acuerdas, esa gente tan entusiasta ya no viene, quizá debido a que no les entretienes a los vástagos, pero tu actitud poco hospitalaria acaba recibiendo su merecido. Un principio de curso cuando menos te lo esperas te encuentras a la niña de ojos de pájaro, pelo lacio y corpachón en un pupitre y te maldices por haber nacido.

La niña de ojos de pájaro no es olvidadiza y cuando tiene oportunidad te cobra con creces.

Primer cobro:

Yendo por parejas en una excursión tu compañera te la juega porque se quiere ir con su amiga porque se aburre, tú la entiendes –quién mejor que tú- y consientes. Se descubre que no están en el recuento en una plaza de la turística ciudad. Pasa el tiempo, la buscas con la mirada dando tantas vueltas a la cabeza que pareces la niña del exorcista y ya comienzas a pensar en lo que te ocurrirá si no aparece nunca más, te imaginas en la cárcel con grilletes a lo Conde de Montecristo y sintiéndote enormemente culpable por no ser más dura. Estallas en llanto y la amiga de las visitas yergue su dedo índice y con la misma autoridad de un fiscal que en lugar de llevar las puñetas en las mangas las lleva en el dobladillo de la falda acusa conminando a un profesor a prestarle atención:

“Llora, llora. ¿Crees que lo vas a arreglar todo llorando?”

Sólo esa frase basta para que la ira aplaste el llanto y la preocupación. Al poco tiempo las desaparecidas hicieron entrada por uno de los accesos a la plaza.

Segundo cobro:

Por motivos que no se recuerdan al salir de clase un mediodía el tutor llamó a esta parte. Se hallaba en compañía de otras niñas de la clase, entre ellas estaba la niña ojos de pájaro cuyos padres visitaban a los míos. Tal reunión se debía a un impulso piadoso del docente que quería obligar a las niñas que lo acompañaban a que se hicieran amigas de esta parte porque según él no debía estar sola. Impertérrita, ya que en seis años nunca nadie había tenido esa deferencia con mi persona me lo quedé mirando. Pero al mirar a la niña ojos de pájaro debió notarse que la sugerencia del educador no me parecía irresistible y la niña ojos de pájaro con aire adulto y mucha suficiencia contó su nefasta experiencia conmigo y cómo cuando ella aparecía por la puerta yo desaparecía por la otra, dando así un ejemplo de porqué había que darme por perdida. Y es que querida amiga ojos de pájaro que te hacías los vestidos a mano, puntadita a puntadita, no te acordarás como todos aquellos habitantes del pasado con los que tienes algún fugaz encuentro que tienen una pésima memoria en especial aquellos a los que no les favorece, pero la amistad no se impone, o nace o se deshace, es como el amor. Todo lo demás es aguantarse. Y tal vez exista algún ejemplo de amistad que haya empezado siendo una amistad a la fuerza y haya acabado por ser una auténtica amistad, así como había y quizá haya aún matrimonios que hechos por conveniencia continúan por amor. Pero sería mucho esperar. La amistad es un sentimiento y si no surge espontáneamente mejor dejarlo estar. Por supuesto esto no vale con los amigos de Facebook, que concebido para comunicarte con tus amigos existentes sirve ya para conocer a gente nueva con la que la relación nunca puede llegar a los límites asfixiantes de los casos anteriormente descritos. En Facebook la amistad se aguanta lo que te dura la conexión o incluso menos.

Nota: Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.