El problema de la educación (en este caso la académica, la otra también tiene su qué) es un asunto que nunca va a satisfacer a nadie, pero que en este país presenta unas deficiencias muy acusadas.
Si alguna vez nos miráramos el ombligo, no para admirarnos, sino para sacarnos la pelusa de él, descubriríamos TODOS que, al menos por comparación con otros países, no nos han preparado bien. No todo se soluciona proclamando: “Soy empresari@, estoy buen@, y estoy... preparad@”, y presentarse a un casting de “Mujeres, Hombres y Viceversa”. Hasta donde llega mi conocimiento, para lo único que estamos preparados es para salir del paso exhibiendo cual pendón un triste título de Graduado Escolar y/o Bachiller y/o Universidad, aparte de otros suplementarios.
Si existe un menor que de adulto acabe bien formado, no digo perfectamente, porque nunca es sabedor uno de todo; es porque sus padres se han esmerado en ello, bien por su propia aplicación a la hora de enseñarles a aprender, e incluso aprendiendo con sus propios hijos, bien porque también o sólo ha pagado a quien le diera ese apoyo y complemento necesario.
Creo que seguirá pasando: comprar un libro de texto y que éste de la mitad para atrás quede virgen porque en el curso no se han abarcado más que una docena de temas.
Pero si vamos a lo actual, a la parida de turno de un miembro del PP, en este caso la parida de la diputada popular en las Cortes de Aragón, Teresa Arciniega, que osa llamar pueblerinos a quienes defienden la escuela rural en la provincia de Teruel, tendremos mucho que escribir. Porque si deficiente es la escuela pública en general, tanto en profesionales, como en medios, como en eficiencia, la escuela rural es la más perjudicada desde que se establecieron ratios de población a la hora de asignar un profesor, pese a que ya adolecía de deficiencias como se verá más adelante por una serie de condicionantes dados por el entorno.
Con la cantidad de interinos, y opositores que se quedan a unas décimas de una plaza en propiedad que estarían dispuestos a ir a varios pueblos estableciendo turnos convenientes, trasladándose ellos en su vehículo; desplazamientos pagados, claro está; preferimos en cambio hacer madrugar a nuestros hijos, meterlos en autobuses cuya puesta a punto es muy discutible, así como la pericia o condiciones de sus conductores, y todo esto en muchos casos para trasladarlos a muchos kilómetros, por carreteras cuyo mantenimiento en algunas zonas de España está aún por aparecer; si unimos todo esto a las condiciones climatológicas, punto y final. Pero como es lo que manda la ley..., pues a conformarse toca. ¿Y luego pretendemos que algún ser humano desarrolle todo su ciclo vital en una zona rural? Me pregunto si la señora Arciniegas sería hoy quien es si hubiera residido en su infancia en una zona rural sin ratio. O si metería a su hijo en un autobús de los que hacen cualquier ruta escolar rural en una serranía cualquiera de España, pongamos que la de Teruel, dado el presente caso.
La escuela rural es muy estimable, sobretodo por el sacrificio de los profesores, que aun viviendo sus destinos como un castigo o una mala suerte, acaban, algunos de ellos, dándolo todo. Y en casos muy específicos, gracias a su empeño personal, han logrado salvar la vida a muchos alumnos, dándoles incluso clases particulares para que se presentaran una oposición; impidiendo que ese chico, tal vez, no muy dotado para buscarse las habichuelas encontrara una colocación.
Vivir en una zona rural, siendo de ciudad es algo durísimo. Tal vez, pueda aparecer a priori como una experiencia exótica, pero pasado el primer año, por más que tengas casi todo el verano de vacaciones, te entra el agobio del aislamiento, típico del que se halla en una isla, porque a veces encontrar el ocio que te haga desconectar de una rutina X se encuentra a tantos kilómetros que no compensa apenas. Cuantos profesores de zonas rurales habremos visto con síntomas de la dejadez propia que causa la depresión, o que se entregan al alcoholismo, o directamente dejan de poner esmero a la hora de dar clase, prefiriendo leer el periódico para dejar correr el tiempo Así que entre eso, y la desesperanza de cualquier profesor con vocación que se encuentra ante semejantes sinsentidos como el descrito, la falta de motivación secular en las zonas rurales, donde un alto porcentaje del alumnado encara su futuro mediatizado por su entorno y no ve sentido a aprender sintaxis de oraciones, o logaritmos cuando se ven a si mismos condenados a trabajar la tierra, o a la cría de ganado. Y está observado que estos pequeños seres van desarrollando una desidia frente a su obligación escolar, y con los años una antipatía creciente a todo aquello y a todos aquellos relacionados con los estudios. Estos casos frecuentes de ver y escuchar (podríamos preguntar a nuestros propios familiares), pocas veces se ven enmendados con los años, y se puede dar el caso de opositores de más de 40 años que como tabla de salvación recurren a aquello que vilipendiaban de niños, porque aquello que les iba a dar de comer en el futuro entró en crisis.
Si los políticos encararan la educación de los ciudadanos de su país como una tarea imprescindible, y no como eso tan tedioso de la escuela pública que solo hacemos para quedar bien ante la comunidad internacional. Si en vez de permitir que la educación dependiera de la motivación y los condicionantes de cada persona, a lo mejor no nos hubiéramos salvado de la crisis, pero sí podríamos salir antes de ella, porque la educación además de servir para exhibirla en un curriculum vitae da otras herramientas al individuo para abordar situaciones sin caer en la desesperanza y la zozobra que a muchos les coloca en la cornisa de un edificio alto.
El vídeo corresponde a la serie basada en la obra de Lucy Maud Montgomery, en la que se narra como una huérfana cuyo destino se limitaba a ser adoptada para ser criada acaba convirtiéndose en maestra de escuela. Una escuela de tipo: RURAL.
¡AH! SEÑORA ARCINIEGAS, YO NO SOY PUEBLERIN@, PERO PUDE HABERLO SIDO, Y SI NO LO SOY, NO ES PORQUE RENIEGUE, SINO PORQUE MI PADRE SE VIO OBLIGADO A ABANDONAR SU TIERRA PORQUE NO HABÍA FUTURO PARA ÉL ALLÍ, DADA SU FORMACIÓN (entre otras cosas, porque sus padres consideraban que ir a la escuela rural que entonces existía en una pedanía, era una pérdida de tiempo, y en lugar de mandarlo a aprender las cuatro reglas básicas lo ponían a ordeñar y a cultivar en la huerta. ¡Quién sabe si esto no sigue ocurriendo!). HOY POR HOY MI PADRE Y YO MISMA, QUE NACÍ ALLÍ, SOMOS EXTRANJEROS EN NUESTRA PROPIA TIERRA.